Desde el inicio de la pandemia, la acumulación de mascarillas, guantes y otros desechos en la vía pública dejaron en evidencia un viejo problema del Perú: la falta de educación en la gestión de la basura y de un sistema de reciclaje moderno y organizado. Si retrocedemos hace más de 10 años, podemos encontrar las raíces del problema: no existían siquiera las condiciones mínimas, políticas y legales que protegieran y regularan el trabajo de un actor clave en la cadena de valor del reciclaje: los recicladores.

Una de las principales organizaciones responsables de los avances en materia de reciclaje en Perú es Ciudad Saludable, que desde hace casi 19 años impulsa iniciativas -como la Ley del reciclador, reglamentada en 2010, o la Ley de Gestión Integral de Residuos Sólidos, en 2017- que han permitido el reconocimiento de los beneficios de la formalización, generando empleo y mejorando la calidad de vida de las personas dedicadas a esta labor. Pero, es apenas el inicio.

Los recicladores son un actor fundamental en la cadena y, al mismo tiempo, uno de los más abandonados por el Estado y afectado por la pandemia. Cuando se inició el Estado de Emergencia, más de 108 mil familias que se dedicaban a la recuperación de residuos reciclables a nivel formal e informal como primera línea de reciclaje en campo se quedaron sin sustento: no podían reciclar el material por el aislamiento social y no contaban con los equipos de protección personal para protegerse de la crisis sanitaria. 

Hasta entonces, no era tan evidente, pero, sin el trabajo de los recicladores, los programas municipales rompieron la circularidad de los residuos que alimentaban las líneas de producción para envases, empaques y embalajes a nivel nacional, ocasionando la escasez de plástico PET, cartón y otros materiales para poder producir nuevos artículos. 

Así, con el objetivo de contribuir con el proceso de reactivación de las cadenas locales de reciclaje en el país, desde Ciudad Saludable elaboraron una guía para recicladores en situación de emergencia sanitaria. También crearon un padrón nacional de recicladores dirigido al ministerio del Ambiente para que los incluyeran en los bonos del Estado, pero este fue rechazado. 

Ante la falta de respuesta estatal, iniciaron la campaña Hazlo Por Ellos, que ha permitido enviar donaciones a más de 2 mil 500 familias recicladoras que no han podido activarse tras la pandemia, esto es, más de 10 mil personas en más de 103 asociaciones en 14 regiones de Perú.

“Esta actividad económica lleva de la mano un estigma y una historia de exclusión social. Ellos han sufrido como actor socioeconómico por dedicarse a esta labor”, afirma Paloma Roldán, directora ejecutiva de Ciudad Saludable, convencida de que no puede existir una economía circular sin el empoderamiento de los recicladores. Así, además, se encarga de potenciar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 8: trabajo decente y crecimiento económico.

ESPECIALISTAS EN RECICLABILIDAD 

Roldán, hija de la ex viceministra de Gestión Ambiental del Ministerio de Ambiente, Albina Ruiz, comenzó trabajando como voluntaria en la organización que hoy dirige junto a su madre. Años de experiencia la llevaron a entender que los recicladores son, en realidad, especialistas en la reciclabilidad de empaques y embalajes post consumo. No tienen ese título, dice ella, pero es lo que hacen día a día. 

Como mediadora entre el sector público y privado, ha promovido esta idea con el objetivo de forjar alianzas y mejorar la operación y el diseño de los programas municipales de reciclaje con recicladores profesionales y empoderados, así como programas de capacitación, como, por ejemplo, el primer Diplomado de Reciclaje Inclusivo.

“Somos un ascensor, que va desde el piso más alto, la creación de políticas públicas -como la ley de plástico de un solo uso, por ejemplo, que permitió que una botella reciclada se convierta en otra botella, lo que antes era imposible-, pasando por el desarrollo de ordenanzas para los programas de reciclaje municipales, hasta el piso más bajo: el reconocimiento de las organizaciones de recicladores e iniciativas de capacitación”, detalla Roldán. 

Para entender el trabajo de los recicladores como protagonistas de la gestión integral de los residuos sólidos, identificaron tres niveles. El nivel básico, explica Roldán, es aquel reciclador informal que suele trabajar en los botaderos. El nivel intermedio, es aquel que existe legalmente, ha formado parte del programa municipal de reciclaje y tiene una ruta de recolección mínima. El nivel avanzado, además, cuenta con maquinaria para reciclaje y suele ser proveedor de grandes empresas.

Esta diferencia es fundamental. “No podemos pensar que todos los que salgan del nivel básico van a llegar al nivel avanzado. Eso va a depender de muchos factores y no es nuestro objetivo. Nosotros buscamos que logren llegar a su mejor versión posible, cambien su autopercepción y crezcan como colectivo”, afirma Roldán. 

Actualmente operan en Iquitos, Arequipa, Cusco, Trujillo, Ica y Lima, entre otras regiones, donde acompañan a 18 asociaciones de reciclaje con monitoreo y programas de capacitación en más de 40 municipalidades. También han colaborado con proyectos en países como República Dominicana, Guatemala, Chile, Colombia y Brasil. 

“No existe reciclaje sin recicladores”, repite Roldán como un mantra, convencida de que los esfuerzos para impulsar el reciclaje son en vano si no están orientados a mejorar la calidad de vida de las personas que lo hacen posible.