El déficit de áreas verdes en las ciudades tiene un costo muy alto. Según la ONU, el 88% de los habitantes de zonas urbanas en el mundo están expuestos a niveles de contaminación del aire exterior superiores a lo establecido como tolerable por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los efectos de la contaminación atmosférica son tan graves que, en 2012, 3,7 millones de muertes en todo el mundo fueron atribuibles a esta causa.

¿Y qué pasa en Lima, que presenta una carencia de 56 millones de metros cuadrados de áreas verdes, según el Inventario de Áreas Verdes de la Municipalidad Metropolitana de Lima? Este mes, el Ministro de Ambiente, Modesto Montoya, recomendó a la población continuar usando mascarilla. Ya no exclusivamente por la pandemia del COVID-19, sino por los niveles de contaminación del aire en la ciudad. 

Según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), el incremento de concentraciones de partículas PM2.5 y PM10 -asociadas al aumento de las enfermedades respiratorias y la disminución del funcionamiento pulmonar- han alcanzado niveles insalubres en distritos como Carabayllo, Villa María del Triunfo, San Juan de Lurigancho y San Borja. 

“La contaminación atmosférica contribuye al aumento de las temperaturas y a episodios de olas de calor, que conllevan mayores tasas de mortalidad por infarto de miocardio o derrame cerebral a causa de la fatiga térmica, en particular en personas con enfermedades no transmisibles preexistentes”, ha escrito Nathalie Röbbel, Oficial Técnica del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la OMS. 

Mitigar estos impactos es posible. Por ejemplo, plantando árboles. “Los árboles por sí mismos tienen muchos beneficios”, explica Yamile Sánchez, coordinadora de proyectos de Periferia, organización especializada en soluciones urbanas con un enfoque ecológico. “Capturan y almacenan carbono y contaminantes, y esto ayuda a mejorar la calidad del aire de manera significativa”. 

Según la OMS, se calcula que por cada árbol plantado estratégicamente para proporcionar sombra podrían reducirse directamente alrededor de 10 kilogramos de emisiones de carbono de las centrales eléctricas, solo por reducir la demanda de aire acondicionado. 

Por ello, Periferia ha llevado adelante el proyecto Un árbol para mi ciudad, que permite que tanto las personas naturales como las empresas puedan medir su huella de carbono, reducir sus emisiones y compensar su impacto. ¿Cómo? Apadrinando la siembra, mantenimiento y monitoreo de un árbol, con la finalidad de mejorar el aire en las ciudades, ampliar los espacios abiertos, cuidar los ecosistemas y mejorar la calidad de vida de las comunidades urbanas. 

“La idea es que las empresas que tienen una huella hídrica, ambiental o de carbono puedan generar otro tipo de impactos en el lugar que están operando y alrededores”, explica Sánchez. “En Lima, el parque forestal Boca de Sapo o el parque forestal Santa Rosa, ambos en Independencia, o el Parque Ecológico La Molina, son ejemplos de cómo la arborización puede ser un modelo para, por ejemplo, gestionar las laderas de la ciudad de manera eficiente, porque hasta funcionan como un cinturón verde para evitar el crecimiento de las invasiones informales y protegen las lomas”. 

Por ahora, Un árbol para mi ciudad se concentra principalmente en especies endémicas o adaptadas a la costa, como la tara, el molle, el huarango, el huaranquillo y el palo verde, entre otros. Gracias a su bajo requerimiento de agua, estos árboles son ideales para una ciudad tan desértica como la capital.