Después de cuatro años, este 2022 se volverá a realizar la conocida prueba de educación escolar PISA. Si bien esta se lleva a cabo cada tres años, en esta oportunidad, debido a la pandemia por COVID-19, será distinto. Es decir, con un mayor margen de tiempo para corregir errores estructurales previos, pero también uno de los más críticos de la historia reciente del país. Solo en el 2020, más de 400 mil alumnos abandonaron las clases debido a la emergencia sanitaria.

El examen PISA está dirigido a estudiantes de 15 años de edad seleccionados al azar en la etapa secundaria debido que se encuentran hacia el final de la etapa escolar y/o el inicio de la etapa laboral. La información que se recopila se destina para que los países participantes puedan tomar decisiones y ejecutar políticas públicas para mejorar los niveles educativos. Según la OCDE, la característica periódica de esta prueba permite tener indicadores sobre las tendencias en cada país y en el conjunto de los países involucrados. 

En el caso peruano, esta ha reflejado desigualdades sociales profundas. Los últimos resultados obtenidos del país indicaron que, en comparación con el promedio de la OCDE, una proporción menor de estudiantes se desempeñó al más alto nivel de competencia en al menos una materia y, al mismo tiempo, una proporción menor de los estudiantes lograron un nivel mínimo de competencia en al menos una materia.

“La principal alerta que nos deja PISA es la notoria brecha entre los estudiantes del nivel socioeconómico muy bajo y los altos”, explica Fernando Berrios, oficial de educación de UNESCO en Perú. “Así, aunque el Perú es el país de América Latina que más ha mejorado en las pruebas PISA -entre el 2009 y el 2018 aumentó 10,3 en Lectura y 11,7 en matemática y en ciencias-, nuestro progreso tiene un techo en la medida en que los más pobres no mejoran sus resultados. La atención de la población más vulnerable es la que requiere mayor inversión y para ello, se requiere una decisión firme del gobierno y una política sostenida de mediano y largo plazo”.

Si bien cada vez que se publican los resultados de cada edición se hace énfasis en los puntajes obtenidos en lectura, matemática y ciencias, la OCDE aclara que PISA está diseñada para conocer las “competencias”, “habilidades”, “pericia” y “aptitudes” de los estudiantes para analizar y resolver problemas, manejar información y enfrentar “situaciones que se les presentarán en la vida adulta y que requerirán de tales habilidades”. 

“El riesgo del mensaje de estas pruebas es creer que se puede mejorar ‘entrenando’ para la prueba”, indica Berrios. “Las pruebas PISA evalúan el saber del estudiante aplicado a situaciones concretas de la realidad, entonces un primer factor urgente es que los profesores avancen a una formación basada en resolver problemas del contexto de los estudiantes en todas las áreas del currículo, lo que en pedagogía se denomina el enfoque por competencias”. 

Berrios señala que la prueba PISA también muestra cómo la baja inversión en educación limita los esfuerzos que puedan realizar los colegios y las familias para obtener mejores resultados, pero plantea algunas recomendaciones útiles: 

QUÉ HACER DESDE LOS COLEGIOS

-Pasar de una educación centrada en memorizar información, a una educación centrada en las competencias, retos o problemas y el ensayo-error.

-Cambiar la disciplina vertical por una educación basada en normas de convivencia acordadas en conjunto y relaciones de trabajo más horizontales que permitan la autonomía de los estudiantes en el aprendizaje. 

-Un buen uso de las tecnologías de la información y la comunicación, que proveen herramientas para el aprendizaje diferenciado y personalizado para atender diferentes necesidades de aprendizaje. 

QUÉ HACER DESDE LA CASA

-Dar un espacio afectivo y de respaldo a los hijos y las hijas. 

-Más que ayudar a los y las estudiantes a hacer sus tareas, ofrecerles oportunidades para una lectura placentera, para indagar e investigar a partir de la propia vida familiar y comunitaria.