Siglos de historia: el Perú y sus ciudades mineras
La creación de nuevas ciudades y el reasentamiento de una población también son parte de la vida de una mina.
Redacción ContentLab
No es extraña la existencia de territorios en donde las minas son previas a la creación de las ciudades. Siendo el Perú un país con un desarrollo minero de larga data, existe un gran número de ciudades en diferentes regiones que se han formado a razón del establecimiento de los campamentos para los trabajadores. Hoy, para evitar el desorden urbano, se evalúa y se trabaja alternativas para mejorar el desarrollo de las localidades próximas a las operaciones mineras.
Lo primero que recuerda el arquitecto urbanista Aldo Facho Dedé, editor principal de la Red Latinoamericana de Urbanistas, es que muchas de las ciudades mineras que conocemos en la actualidad empezaron como parte de la instalación de un campamento temporal y fueron tomando forma y creciendo sin planificación.
Entre los ejemplos de las ciudades mineras que se fueron asentando con los años están Quiruvilca (La Libertad), La Oroya (Junín), Cerro de Pasco (Pasco) e incluso Ilo (Moquegua), zonas donde existen diferentes operaciones mineras.
LOS ANTECEDENTES
La ciudad de Cerro de Pasco es considerada la capital minera del Perú, por sus yacimientos de plata, cobre, zinc y plomo. Esta localidad, ubicada en el centro del país, es una de las ciudades mineras asentadas a mayor altitud (4400 msnm) y se forjó a partir de un asiento minero del siglo XVI. Los españoles la llamaron Ciudad Real de las Minas, debido a su riqueza en minerales.
Otra ciudad con historia minera es San Carlos de Alba, ubicada entre los 3810 y 4050 m.s.n.m., a orillas del río Titicaca. Se cree que su fundación en 1567, a raíz del descubrimiento de minas de plata de Laikakota, fue ordenada por Gaspar y José de Salcedo, los fundadores de Puno. Actualmente, la actividad de la población se ha diversificado y ya no depende totalmente de la minería.
“Se invierte en ese centro poblado cercano, se construye nueva infraestructura, se dinamiza la economía y se aporta al desarrollo del pueblo”, explica Aldo Facho Dedé, editor principal de la Red Latinoamericana de Urbanistas.
TRASLADO A NUEVAS CIUDADES
Existen también casos de construcción y reasentamiento de poblaciones de una ciudad minera a otra nueva, debido a que las operaciones empiezan a abarcar la zona urbana. Ese es el caso del distrito de Morococha, ubicado en la región Junín, poblada por trabajadores que procedían de varias operaciones mineras.
Para dar continuidad a las operaciones de la mina de cobre Toromocho, que pertenece desde el 2007 a Chinalco, se construyó una nueva ciudad bajo el nombre de Nueva Morococha.
En el 2016 se entregaron títulos de propiedad a pobladores que ya poseen sus viviendas en la nueva ciudad. “Especialistas determinaron detalles técnicos, arquitectónicos y sociales que generaron una ciudad planificada, funcional y cómoda para sus habitantes”, señalan los representantes de la empresa en un comunicado oficial.
En esta línea de reasentamiento, la minera Las Bambas construyó la ciudad Nueva Fuerabamba con 441 viviendas. Esta se ubica entre las comunidades de Chila y Choaquere, en el distrito de Challhuahuacho, provincia de Cotabambas (Apurímac). La nueva comunidad cuenta con vías de acceso, un centro de salud, una institución educativa, una capilla, un salón comunal para reuniones diversas, un mercado, áreas verdes y un asilo para ancianos, entre otros establecimientos. En 2016 se finalizó el proceso de reasentamiento físico.
Otro caso es el de Antamina. Con una inversión de US$25 millones, construyó en el 2002 un conjunto habitacional y de servicios en el barrio El Pinar, distrito de Independencia (Huaraz). Allí se levantan 276 viviendas para sus trabajadores. De esta manera, el personal de operaciones de Antamina pernocta en el campamento de Yanacancha durante sus días laborables, pero retorna a casa, en Huaraz, durante sus días libres.
ESTRATEGIA ALTERNATIVA
Sin embargo, no siempre la creación de nuevas ciudades es la mejor solución. Según Facho, algunas mineras están modificando su visión sobre la mejor ubicación de sus trabajadores, ofreciendo a sus colaboradores vivienda en los centros poblados o ciudades más próximas. “Se invierte en ese centro poblado cercano, se construye nueva infraestructura, se dinamiza la economía y se aporta al desarrollo del pueblo. Incluso, las familias pueden mudarse, porque eventualmente tendrán una serie de servicios como colegios y hospitales”, refiere.
En efecto, cada caso es particular y debe evaluarse la mejor opción para el desarrollo urbano. Así, en el futuro, veremos aparecer nuevas alternativas para mejorar la calidad de vida de las poblaciones cercanas a las operaciones mineras y los mismos trabajadores mineros.
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