Personas

Ruwasunchis: desarrollo comunitario en zonas vulnerables

REDACCIÓN CONTENTLAB

Jul 15, 2019

Cuando Juan Diego Calisto, fundador de Ruwasunchis, llegó al asentamiento humano San Pablo Mirador de Manchay, en Pachacamac, tenía 21 años de edad. Estudiaba economía en la universidad y jugaba fútbol en tercera división. Pero, en el fondo, seguía el impulso de su verdadera vocación: hacer voluntariado en zonas urbanas marginales y ayudar a las personas a creer en sí mismas, como parte de un desarrollo comunitario.

San Pablo Mirador es una comunidad ubicaba en Manchay. En dicha comunidad viven más de 650 familias, en condiciones de vulnerabilidad. Su primera tarea fue conocer a los pobladores e identificar las necesidades de la comunidad. Descubrió el pandillaje y la delincuencia juvenil; la violencia contra la mujer y la falta de oportunidades para que generen sus propios ingresos; así como, la carencia de espacios de contención emocional para los niños.

En zonas vulnerables como Manchay, uno de cada diez jóvenes entre 15 y 25 años accede a educación superior, según la Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas (INEI), y cinco de cada diez, tienen problemas de violencia en casa. Por ello, luego de que Juan Diego Calisto identificó estos problemas decidió iniciar, en el 2006, lo que ya en el 2011 se formalizaría como Ruwasunchis —palabra quechua que significa ‘hagámoslo todos juntos’—, un espacio donde las personas pueden descubrir sus capacidades y oportunidades de desarrollo o, como dice Calisto, “habilidades sociales para la vida”.

METODOLOGÍA RUWA
Ruwasunchis ofrece tres programas de crecimiento y desarrollo comunitario. El primero está destinado a niños y niñas. Mediante el juego, el movimiento, el deporte y un vínculo incondicional, los menores de entre cuatro y 11 años participan del programa Semillas Ruwa, en el cual se fomenta la resiliencia, autoestima, libertad de crear, de decir lo que piensan, la sana convivencia y la inteligencia emocional. “Creamos un proceso educativo libre donde el niño es querido simplemente por ser él, no porque haya logrado algo, y se prioriza el proceso por sobre el producto”, explica Juan Diego Calisto.

El segundo programa se realiza con jóvenes de entre 12 y 19 años. Ellos desarrollan habilidades sociales como la inteligencia emocional, el liderazgo auténtico y la comunicación efectiva, que les sirve  —por ejemplo— para identificar problemas en sus escuelas y plantear soluciones. Los jueves, sábados y domingos realizan talleres de expresión corporal, música, artes plásticas, baile o fútbol callejero, y a los más comprometidos les brindan oportunidades de estudio y trabajo, e incluso formar parte del equipo Ruwasunchis.

El tercer programa, Tejiendo Oportunidades, es para las mujeres tejedoras. Elaboran accesorios tejidos a mano, como estuches, chalinas, fundas de laptop y corazones bordados, bajo la marca Ayllu Ruwasunchis. Este trabajo contribuye a su empoderamiento y a mantener a sus familias. Además, de recibir talleres de tejido, gestión empresarial y autoconocimiento, acceden a consejería psicológicas, becas de estudio y asesoría para sus emprendimientos.

EL IMPACTO COMUNITARIO 
Ruwasunchis ha trabajado aproximadamente con 500 niños, 300 jóvenes y 200 tejedoras. Más del 90% de los jóvenes que forman parte de sus programas están estudiando o trabajando. Los niños encuentran un espacio seguro y sin violencia donde pueden divertirse y aprender, y las mujeres, al tejer, obtienen ingresos para educar a sus hijos y construir su casa propia.

“En el ‘cómo’ está el detalle”, dice Calisto. “No se trata de jugar fútbol, sino fútbol callejero: no hay árbitro sino un mediador, y hay que usar el diálogo para ponerse de acuerdo. No se trata de hacer un huerto, sino de que  el niño participe, lidere y se empodere. No se trata de un taller de liderazgo, sino de crear un espacio para conocerse más. No es solo un proyecto donde van a tejer y generar un ingreso, es un espacio donde van a sentirse mejor”, añade. 

Para él, el verdadero indicador del impacto de Ruwasunchis es que hoy es liderado por los jóvenes que han nacido en Manchay y están comprometidos con el desarrollo de su comunidad. “Para mí, eso es parte esencial de la sostenibilidad: que las personas que son la esencia y el corazón de Ruwa asuman la responsabilidad de liderar diferentes frentes”, dice Calisto.

Para este emprendedor social el desarrollo comunitario es la manera más sostenible de poner ‘Fin a la pobreza’, el pilar número 1 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS). 

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