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PRIDER: impulsando el desarrollo económico de comunidades rurales excluidas
El acceso a la educación financiera y el desarrollo de capacidades productivas son piezas clave para combatir la pobreza en las zonas rurales del Perú. El Programa Inclusivo de Desarrollo Empresarial Rural (PRIDER) —una iniciativa liderada por COFIDE, el Banco de Desarrollo del Perú— se ha convertido en un modelo de intervención que ha mejorado la calidad de vida de más de 26 mil personas en 15 regiones del país, con un impacto profundo en comunidades agrícolas y productoras.
El PRIDER, bajo un enfoque de alfabetización financiera, asociatividad y desarrollo productivo, ha logrado que pequeños productores rurales obtengan herramientas para mejorar sus ingresos y ahorrar e invertir en su futuro.
Uno de los componentes clave de este proyecto es la creación de las Uniones de Crédito y Ahorro (UNICA), organizaciones comunitarias que promueven el ahorro y el acceso a microcréditos. Estas uniones formadas a partir de la confianza mutua permiten a las familias rurales gestionar sus recursos y acceder a préstamos sin depender de capital semilla externo.
A través de las UNICA, los pequeños agricultores pueden ahorrar y generar un capital que luego se distribuye entre los miembros mediante microcréditos para proyectos productivos o necesidades puntuales.
“Al principio, fue difícil romper la barrera del asistencialismo”, cuenta Manuel Layseca, Subgerente de Inclusión Financiera de COFIDE. “Este programa no otorga ayudas directas ni donaciones. Es una herramienta de empoderamiento que busca que las personas generen su propio desarrollo”. Así, las UNICA fomentan una cultura de ahorro y repago, y generan un impacto significativo en la cohesión social y la confianza dentro de las comunidades rurales.
Desde su creación en el 2006, esta iniciativa —que hoy es finalista del Reconocimiento Perú por los ODS—, ha permitido que las familias beneficiarias ahorren más de S/ 63 millones y apalanquen préstamos por un total de S/ 413 millones. Esto ha generado un impacto económico directo en miles de hogares, aportando, además, a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que buscan el fin de la pobreza, la reducción de las desigualdades, la educación financiera de calidad, el trabajo decente y la igualdad de género.
El segundo eje del PRIDER se centra en el desarrollo productivo, ofreciendo asistencia técnica continua para mejorar la competitividad de los pequeños productores agropecuarios. “El 80% de las personas con las que trabajamos se dedican a actividades agropecuarias”, afirma Layseca. Mediante la implementación de conocimientos técnicos en agricultura y ganadería, la producción por hectárea de cultivos clave, como la quinua en Ayacucho, aumentó de 600 kilos a 3,000 kilos en solo dos temporadas.
La mejora en la productividad ha permitido a los pequeños productores integrarse a cadenas productivas sostenibles y acceder a nuevos mercados, lo que se traduce en mayores ingresos y una mejor calidad de vida para sus familias.
Aunque PRIDER no fue diseñado específicamente con un enfoque de género, uno de los logros más destacados del programa ha sido el empoderamiento económico de las mujeres rurales. Muchas de ellas han asumido roles de liderazgo dentro de las UNICA, ocupando posiciones clave como presidentas, tesoreras o secretarias.
“La independencia económica es un factor importante para el empoderamiento”, asegura Layseca. Este liderazgo ha generado un reconocimiento y respeto hacia las mujeres dentro de sus comunidades, además de brindarles mayor seguridad económica.
PRIDER continúa expandiéndose, y su éxito ha llevado a la creación de FIDER, un fondo inclusivo de desarrollo empresarial rural de S/ 50 millones, impulsado por el Estado a través del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Un fondo que permitirá que más comunidades rurales en regiones como Huancavelica, Ucayali y Loreto puedan beneficiarse de la creación de nuevas UNICA.
“Estamos en un momento clave para escalar este modelo y generar un mayor impacto”, concluye Layseca. PRIDER no solo ha demostrado ser un mecanismo efectivo para reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida en las zonas rurales del Perú, sino que también ha fomentado una nueva cultura de ahorro, inversión y asociatividad que continuará beneficiando a las generaciones futuras.
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