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Las ollas comunes y la lucha contra el hambre: manos a la olla para combatir la inseguridad alimentaria
La agudización de la pobreza en nuestro país imposibilita que millones de peruanos y peruanas estén en condiciones de garantizar una alimentación adecuada para ellos y sus familias. Ello, sumado a la inflación y a la incertidumbre económica, supone un retroceso en la lucha contra el hambre y la malnutrición, dos males que han ganado terreno, impulsado en parte por la reciente pandemia.
En ese contexto, las ollas comunes surgen como focos de resistencia de primera línea distribuidos en los barrios más pobres, vulnerables e inaccesibles de Lima. ¿Qué son exactamente estas iniciativas? Un estudio del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE) las define como “organizaciones populares de asistencia alimentaria conformadas por grupos de personas que comparten proximidad territorial y escasos o insuficientes recursos, lo que las lleva a decidir poner en común lo que poseen o consiguen para cocinar en conjunto, y así poder satisfacer —al menos en parte— sus necesidades alimentarias”.
Precisamente la falta de financiamiento y la escasez de insumos es uno de los mayores obstáculos que entorpecen el trabajo de las ollas comunes. “Empezamos cocinando en las calles con leña, no con gas, porque no teníamos presupuesto. Íbamos a los mercados a regatear precios, a pedir ayuda, colaboraciones, a buscar utensilios para preparar las comidas”, recuerda Fortunata Palomino, presidenta de la Red de Ollas Comunes de Lima Metropolitana, una organización que se constituyó en abril del 2020 para articular esfuerzos que permitan atender las necesidades de las ollas comunes y para buscar aliados públicos y privados que contribuyan con su sostenibilidad.
En un país donde 6,8 millones de personas están en condición de inseguridad alimentaria grave —según estadísticas de la FAO al 2022—, el papel de las ollas comunes cobra especial relevancia, sobre todo si se enmarca dentro de los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU, más específicamente en el ODS 2: Hambre Cero.
ESFUERZOS ARTICULADOS
El trabajo en equipo ha sido clave para entender la realidad de cada una de las ollas comunes que forman parte de la red que preside actualmente Fortunata Palomino. Ella cuenta que, gracias a ese esfuerzo conjunto, ha sido posible geolocalizar a otras ollas que antes no estaban mapeadas y con ello se ha generado un enriquecedor intercambio de experiencias que sirve para encontrar falencias y plantear propuestas a las autoridades para implementar mejoras deseadas.
“Nosotros no solo hacemos peticiones, también llevamos propuestas. Por ejemplo, en su momento entregamos al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social y a la Municipalidad de Lima la nueva Agenda de Política Alimentaria, para discutirla en una mesa de trabajo, pero hasta ahora no nos han convocado. No vemos que haya un interés real”, sostiene la dirigente.
Palomino afirma que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ha venido utilizando con fines políticos. “Han querido hacer clientelismo político con nuestras ollas. Cuando entregan alimentos o donaciones hechas por empresas, distintas ONG o por los comerciantes del Gran Mercado Mayorista, siempre están para la foto, pero luego se desentienden del asunto y nos mandan al desvío”, afirma.
Si bien ya existe una ley que reconoce a las ollas comunes y garantiza su sostenibilidad (Ley 31458), la presidenta de la red asegura que se mantienen a la espera de la reglamentación, por lo que no ha generado cambios significativos.
LÍNEAS DE ACCIÓN
Desde la tribuna de las empresas privadas, organizaciones como Perú Sostenible son conscientes de la alarmante realidad. Por ello, a través de espacios de discusión denominados Mesas de Acción por los ODS, buscan proponer soluciones de corto y largo plazo para combatir eficientemente el hambre y la malnutrición.
Carolina Trivelli, investigadora del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) —quien actuó, además, como curadora de la Mesa de Acción por el ODS 2: Hambre Cero—, comenta que se han definido hasta cinco líneas de acción:
- Lograr que la emergencia del hambre sea prioridad en la agenda pública.
- Usar recursos tecnológicos para identificar a las ollas comunes y sus necesidades.
- Generar capacitaciones para la mejora en la ejecución de las ollas en aspectos como las buenas prácticas en el manejo de alimentos.
- Explorar posibles obras por impuestos (OxI) que beneficien a las ollas comunes.
- Mejorar la organización y logística de las donaciones que reciben del sector privado.
La economista explica que el trabajo con las más de 2800 ollas comunes que tienen mapeadas en Lima se realiza bajo un modelo de coordinación permanente. La intención, refiere, es promover una articulación cada vez más sólida del sector privado, con compromisos firmes y metas factibles, y, desde luego, convocar a más actores que estén convencidos de aportar en la lucha contra el hambre y la malnutrición.
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