Cuando se decretó la emergencia sanitaria del COVID-19, las medidas de aislamiento social y las restricciones no solo afectaron los vuelos internacionales para contener la pandemia. Las milenarias islas flotantes del Lago Titicaca en Puno, por ejemplo, se cerraron, y los pobladores no querían que ingresara nadie más. De un momento a otro, dejaron de recibir visitas y tuvieron que regresar a actividades de subsistencia como la agricultura y la ganadería.

Puno es la tercera región altiplánica más visitada del Perú, después de Cusco y Arequipa: solo en 2019 recibieron 84 mil turistas. Pero, en el primer trimestre del 2020, se registraron 88% menos de turistas que el año anterior. El ecosistema de micronegocios de turismo comunitario se quebró: más de 400 micronegocios y más de 350 emprendedores de este rubro temen no poder recuperarse de esta crisis.

Sin embargo, los emprendedores turísticos de Puno tuvieron que prepararse para volver a abrir las puertas de sus hogares, pese al temor de contagiarse. Pero no lo hicieron solos, sino con la ayuda de Guerreros por el turismo, un programa liderado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y PROA -una plataforma digital que empodera organizaciones sociales y las conecta con voluntarios y con empresas-, encargado de reunir a los microempresarios del turismo y brindarles soporte directo y personalizado.

“Hoy las grandes empresas de turismo no llegan ni al 1% de su facturación anual normal. Teníamos que hacer algo para ayudarlos, y lo hicimos desde tres ejes: educación, emprendeduría y turismo”, cuenta Ana Paula Albín, directora general de PROA. En alianza con el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) y siete organizaciones del sector público y privado, elaboraron material informativo que han permitido a 150 voluntarios capacitar a 300 emprendedores entre Puno y Cusco para volver a abrir las puertas de sus hogares con nuevas medidas de bioseguridad y salud. 

UNA PAUSA PROLONGADA
Guerreros por el turismo disipó los principales temores de los emprendedores. A través de asesorías telefónicas, durante cuatro semanas, voluntarios y voluntarias llegaron a los emprendimientos con datos sobre la COVID-19, qué es el coronavirus, cómo cuidarse, cuál ha sido su impacto en el turismo a nivel nacional y regional y en los micronegocios, y cómo crear la sostenibilidad en los emprendimientos turísticos.

“No es que el turismo se haya solucionado, pero habilitar un canal de comunicación directo les ayudó a crear un acercamiento entre la empresa privada, el estado y las organizaciones. Esta interacción entre todos los actores ayudó a generar una fuerza en conjunto”, explica Albín, quien de esta manera contribuye con el Objetivo del Desarrollo Sostenible 8: Trabajo decente y crecimiento económico.

Según el Mincetur, desde el 2019 hasta finales del 2020, la intención de los visitantes de realizar turismo comunitario ha incrementado en 3%, y la tendencia es que esta siga creciendo. Además, luego de la cuarentena, 8 de cada 10 turistas que viajan por vacaciones elegirían un destino dentro del Perú. Por ello, los testimonios de los emprendedores beneficiados con el programa señalan la necesidad de continuar con más capacitaciones y asesoría constante para fortalecer los emprendimientos y ofrecer cada vez servicios de mejor calidad y experiencias más enriquecedoras para sus visitantes. 

Si bien han entendido que sí se puede continuar ejerciendo el turismo, deben hacerlo evitando posibles contagios: lavado de manos constante, alcohol en gel a disposición, uso de mascarillas, desinfección de los espacios, entre otras medidas. “Tenemos que adaptarnos y con esta información yo creo que ya estamos preparando el cambio: con los protocolos, la seguridad. Estamos viendo con la familia cómo vamos a actuar, en qué momentos vamos a intercambiar”, dice Albano Ascencio Jahuira, uno de los 88 emprendedores, de 40 organizaciones de base comunitaria, que participaron de las capacitaciones de Guerreros por el turismo en Puno.