La pandemia ha generado muchos efectos negativos a nivel mundial, sobre todo, en países como el nuestro, en el que aún existen varios retos sociales y económicos que frenan su desarrollo. De acuerdo con la OIT (2020), en Perú, las tasas de desempleo y de empleo informal vienen aumentado; la población económicamente activa (PEA), por ejemplo, se ha reducido en más de 6 millones. De igual forma, los niveles de ingresos de las familias peruanas han disminuido considerablemente.

La pandemia más allá de los números ha demostrado que aún tenemos un gran reto como sociedad: la reducción de brechas. Según F. Sagasti (2008) son cinco tipos en nuestro país: (i) económica, (ii) social, (iii) política, (iv) cognitivo-cultural y (v) ambiental. Estas siempre han existido, en diferentes niveles e intensidades.

Para combatirlas, muchas organizaciones han desarrollado iniciativas que estén cerca de su core o estrategia de negocios. Incluso, algunas han integrado a sus modelos la búsqueda del triple impacto: económico, social y ambiental. Lamentablemente, todo esto no es suficiente.

Por eso, en este contexto ha surgido un actor reconocido no solo por su aporte, impacto social o contribución con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); sino porque propone una nueva forma de mirar los negocios y es un agente de cambio: el ‘emprendimiento social’ o el ‘emprendimiento con impacto’.

El emprendimiento social es una “organización, con o sin fines de lucro, que utiliza un modelo de negocio para contribuir a la solución de una problemática social y/o ambiental” (Kunan, 2018). El equipo que lo administra posee el conocimiento a detalle de la crisis que enfrenta una población determinada. Esto es vital en zonas de influencia de grandes empresas, pues por medio del trabajo articulado, la organización podrá posicionarse mejor y generar ventajas competitivas que le permitan diferenciarse y ser sostenible.

Esta forma de ver y hacer negocios es bastante innovadora además de valiente, pues requiere que el emprendedor o emprendedora identifique una oportunidad de negocio en una problemática. Es decir, que busque obtener ingresos económicos en una actividad que puede cambiar vidas y generar un impacto positivo. Ya lo decía Peter Drucker, “todos los retos sociales y ambientales de nuestros días son también oportunidades de negocio disfrazadas”.

Para que el impacto del emprendimiento sea mayor, es necesaria la articulación con otras partes del ecosistema. El potencial trabajo conjunto y complementario que se genera entre los diversos actores -empresas privadas y públicas, organizaciones de soporte (aceleradoras, incubadoras de empresas, fondos de inversión de impacto, etc.), organizaciones de la sociedad civil, y la academia- permitirá no solo acelerar el crecimiento empresarial, sino sobre todo, promover la creación de valor compartido que tenga un impacto positivo en el desarrollo de nuestra sociedad y reduzca las diversas brechas sociales que enfrentamos los peruanos y peruanas.

Escribe: Cinthia Varela, Directora Ejecutiva de Kunan