Ocurre a diario. En los anexos de Chanchamayo, Manchay o Cedruyo, en Huancayo, niños y niñas caminan por zonas aisladas e incluso algunos viajan en moto, sin contar con licencia, con tal de llegar al colegio. Por su parte, en el centro poblado de Kantati Ururi, en el distrito de Cojata (Puno), caminan tres horas para subir los cerros de Alkamarini y Quimsachata, desde donde pueden escuchar las clases de Aprendo en Casa. En Pazos, Huancavelica, la situación es similar: el colegio más cercano está a más de una hora caminando en medio de la niebla y las precipitaciones.

Como se destacó en un estudio de GRADE, la distancia es una de las causas por las que en el mundo cerca de 57 millones de niños y niñas en edad de escolarización primaria —según estimaciones de Unesco— siguen sin asistir a la escuela. 

“No es solo el tiempo que se pierde, la distancia y el frío. Un niño que se tiene que levantar a las 4 de la mañana para hacer los quehaceres y pierde dos horas en un viaje para llegar al colegio cansado, puede hacer de todo, menos estudiar”, afirma Rodrigo Aguirre, director general de Baika. “Y sin considerar que muchos niños y niñas sufren de anemia en todo el Perú”, añade. 

Aguirre recuerda que hace cuatro años, en Ayaviri, un pueblo situado a dos horas y media de Juliaca, realizaron su primera entrega: 13 bicicletas para igual número de niños y niñas. Un año después, tras ser testigos del gran impacto que generaba en esas zonas un transporte tan sencillo como la bicicleta, decidieron fundar Baika. Así, comenzaron a recolectar bicicletas de segunda mano y a restaurarlas para luego entregarlas en las zonas donde más falta hacen, fomentando el acceso a la educación y contribuyendo a la disminución de la deserción escolar.

Hoy, Baika es un equipo conformado por 40 personas, en su mayoría jóvenes universitarios. Hasta la fecha, han conseguido entregar más de 1500 bicicletas en once departamentos del Perú, beneficiando a más de 40 escuelas. La meta —ojalá antes de fin de año, dice Aguirre, esperanzado— es llegar a las 2000 bicicletas donadas en todo el país. Para ello, cuentan con puntos de acopio: siete en Lima (3 Miraflores, 1 en San Isidro, 1 en Surco y 3 en La Molina), más uno en Arequipa y otro en Ica. 

“Pueden acercarse a estos puntos de acopio y dejar sus bicicletas. Luego de registrarse, la bicicleta pasa al almacén principal, donde le hacemos mantenimiento. Cambiamos llantas y frenos todos los fines de semana, para luego dar paso a la entrega”, explica Aguirre. Lo primordial, dice, es formar un vínculo muy cercano con cada uno de los administradores, profesores y niños y niñas de las escuelas a las que asisten, siempre con la promesa de regresar.

“Volveremos para asegurarnos de que los niños y niñas puedan seguir dándole un buen uso a sus bicicletas, generando un ambiente de confianza. Porque no solo promovemos donaciones, sino la formación de un vínculo entre las personas que quieren ayudar y las personas que reciben la ayuda”, dice Aguirre. Así, por ejemplo, si un donante lleva una bicicleta al centro de acopio, Baika se encargará de hacerle saber a qué niño o niña está ayudando y cómo impactará en su vida. ¿Tienes una bicicleta que ya no uses? Puedes ayudar a que un niño o niña llegue a sus clases a tiempo.