Sujetka Val: “Cortarme el pelo me desprendió de todos los estereotipos”

E lla es la rebeldía hecha persona. Lo sabe. Lo asume. Le gusta. “Es parte de mí”, afirma Sujetka Val con naturalidad. A sus 23 años, no le importa el qué dirán. Se presenta ante los demás con bóxer, polo, sandalias con medias y una gorra que oculta su cabello corto teñido de azul y rosado. Una apariencia que rompe con todos los estereotipos, pero que no le resta belleza. “Me gusta ser distinta”.

Cuenta que pasó etapas donde su vida dependía de la opinión de los demás, donde era más fácil escuchar lo negativo que lo positivo. Después entendió que siempre va a haber alguien que critique. “El cambio empieza por nosotras”, confiesa. “Ahora tengo mis prioridades claras, tengo un estilo distinto y estoy en un círculo en el que es aceptado. Ser como soy, vestirme como soy, es lo que me da valor”.

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Su búsqueda interior ha sido reciente, pero intensa. Hasta hace unos cinco años era una persona tímida, de pocas palabras y pocos amigos. “Estudié en un colegio de monjas que era súper cerrado. La coleta sólo podía ser roja o azul y la falda debía llegar hasta la rodilla (…) Allí no era yo. Era una versión reprimida de mí misma”, afirma Sujetka.

Todo cambió cuando decidió estudiar arte y descubrió que existen personas distintas que se permiten ser ellas mismas y se quieren como son. “Entendí que está bien ser diferente. Ser uno”, cuenta. “Comencé a explorar desde cosas básicas como qué me pongo y otros aspectos más amplios, sin importar que me miren mal. Asumí que mientras tu conciencia está tranquila, puedes hacer lo que quieras”.

Durante ese tiempo, llegó el día en que Sujetka se vio en el espejo y no se reconoció en esa figura de cabello hasta la cintura, sin teñir y con cerquillo. Entonces, se puso de acuerdo con su pareja y ambas se raparon. “Fue liberador”, dice sin tapujos. “El pelo largo carga demasiados significados. Cortarlo fue desprenderme de todos los estereotipos y los estándares de belleza”, comenta.

Ahora se ríe de las reacciones que generó aquel cambio tan radical. “Qué loco como eso le molestó a tanta gente. Hasta se lo tomaron personal”, recuerda. Eso no se amilanó. La puerta se había abierto y estaba dispuesta a seguir experimentando. “Me lo pinté de negro, azul, rosado… Siempre recibo críticas, pero hago caso omiso y no me creo historias que no existen. Yo dejo a los demás ser libres y llevar el pelo como quieren, ¿por qué me tiene que importar?”.

"Ser como soy, vestirme como soy, es lo que me da valor".

Su cuerpo, aparte, muestra 16 tatuajes que le recuerdan algún momento de su vida. Son trazos en negro, cual bocetos. Dibujos casi infantiles que se dejan ver con facilidad entre su ropa holgada. “Me gusta vestirme con ropa suelta por un tema de comodidad. Pero nunca falta quien lo vea mal, porque tenemos muchos conceptos sobre lo que deben usar las mujeres y los hombres”.

Sin embargo, ella reconoce que ser artista le ha permitido tomarse todas esas libertades. Así como contar con el respaldo de sus padres –la actriz Vanessa Terkes y el productor de conciertos Hernán Val– que respetan su forma de ser. “Tengo la oportunidad de desarrollarme profesionalmente tal y como soy, porque en el medio artístico es permitido. No todos pueden decir lo mismo. Aparte, mi papá y mi mamá me han dicho ‘sé tú’. Y yo estoy agradecida por ese apoyo. He tenido suerte”.

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"Hay que aprender a quererse. Solo entonces lo que piensen los demás sobre cómo te ves pasa a un segundo plano".

Hoy se siente libre de ser, de amar y de seguir creando. “Estamos muy acostumbrados a esperar la validación de otro. Hay que aprender a quererse. Solo entonces lo que piensen los demás sobre cómo te ves pasa a un segundo plano”, comenta. “Yo comencé a quererme más cuando me di cuenta de que podía vivir de lo que me gustaba. Hacer lo que nos gusta es importante. Ser feliz, más allá de cómo te ves. Vivir para ti. Ser tu propio mundo. Y quien te quiera acompañar, que te acompañe”.

Escribe: Mirelis Morales
Fotos: Lucía Ríos

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