#TejiendoLaNuevaRiqueza
La nueva riqueza se llama impulso: la historia de Graciela Quiñones
De policía a emprendedora exitosa, Graciela transformó mil soles en una empresa que hoy mueve marcas, genera empleos y ofrece oportunidades para que otros crezcan.

Redacción Contentlab
12 de junio, 2025
Graciela Quiñones Blanco no esperaba llegar tan lejos. Pero un día se encontró viendo su propia marca estampada en una matrícula de moto. Grafer, decía. Y era suya. Una historia de éxito que ha sido impulsada por Caja Cusco.
Todo empezó en la feria de autos del Cusco, cuando todavía era parte de la Policía Nacional del Perú. Estudiaba Derecho por las tardes, patrullaba por las mañanas y los fines de semana vendía autos usados con su hermano. “Nos íbamos a la feria los sábados. Vendíamos sapitos, cucarachas, lo que salía. A veces con dos mil soles empezábamos, vendíamos uno, comprábamos otro. Así fue”, recuerda.
En ese entonces no tenía una empresa, ni siquiera una razón social. Pero ya tenía algo más importante: determinación. Por eso, cuando necesitó un empujón, fue a buscar un crédito. Tocó la puerta de Caja Cusco, pidió mil soles y se los dieron. Fue su primer crédito y el inicio de una relación que ya lleva veinte años.
Tejiendo su propia riqueza en Cusco
Con el tiempo, empezaron a llegar los cambios. Pasó de vender autos usados a representar marcas importantes. La primera en confiar en ella fue Dongfeng Motor Perú. Luego vino Pulsar, Bajaj, de la cual hoy es concesionaria directa. Pero lo que más la emociona es haber creado su propia marca de motos. “Cuando vi por primera vez mi marca, Grafer, en una matrícula… fue un momento que no olvidaré. Nunca pensé llegar a eso”.

“La clave para mí es la honestidad, la responsabilidad y la perseverancia. Con los clientes nunca les fallamos, y eso nos genera mucha confianza”
Hoy, su empresa es mucho más que venta de vehículos. Tiene un taller postventa, hace conversiones a GNV, y también se ha diversificado con un local de eventos y una cancha sintética, construidos sobre un terreno que compró gracias a un nuevo financiamiento de Caja Cusco. No fue un salto de la noche a la mañana. Fue un proceso. “Yo no conocía nada de marcas, ni de importación, ni de trámites. Pero tenía claro que había que arriesgar. Cuando decidimos traer nuestras propias motos, buscamos un crédito y confiamos en que se podía”, dice.
Graciela no solo levantó su propio negocio. Ayudó a que otros también lo hicieran. Muchos de sus clientes, que empezaron con un solo vehículo, hoy manejan pequeñas empresas. “A veces llegan personas que no tienen todo el efectivo, entonces buscamos cómo ayudarlos a financiar. Vemos cómo crecen, cómo regresan por otra unidad, cómo empiezan a formar su propia empresa. Y eso también da alegría”.
“Nunca le fallamos a un cliente. Esa confianza vale más que cualquier publicidad”
No tuvo a sus padres, pero sí a su hermano como compañero de ruta. Juntos iniciaron este camino. “Esto también lo hacemos en memoria de ellos. Es el orgullo de decir: estamos saliendo adelante y que ellos, desde donde estén, lo vean”, cuenta.
Cuando le preguntan por el secreto de todo lo que ha logrado, no lo duda: responsabilidad, honestidad y perseverancia. “Nunca le fallamos a un cliente. Esa confianza vale más que cualquier publicidad”.
Hoy sigue soñando en grande. Quiere importar autos con marca propia, seguir creciendo con sus locales de eventos y que su empresa siga siendo una puerta para que otros también crezcan. Y a quienes tienen miedo de empezar, les deja un mensaje simple pero poderoso: “Es creer en uno mismo. Ir sin miedo. Yo lo hice, y sigo haciéndolo”.

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