#TejiendoLaNuevaRiqueza

La nueva riqueza se llama perseverancia: la historia de Bilma Villegas

De lavar cajas a liderar su propio negocio: Bilma se gana la vida con esfuerzo, pescado fresco y muchas madrugadas.

Redacción Contentlab
15 de mayo, 2025

Su historia comenzó hace más de 20 años en el terminal pesquero José Olaya, ubicado en Piura, cuando apenas era una jovencita que se ganaba unos soles lavando cajas. Entre el bullicio del amanecer y el olor a mar, fue aprendiendo el ritmo del trabajo: primero como controladora de caja, luego como ayudante en la playa. El aprendizaje fue rápido, pero sus ganas de crecer eran mayores.

“Primero traía por cajas, calamar, langostino… y ya luego me animé a comprar por mayor. Así me quedé trabajando hasta ahora, todos los días”, cuenta. Así pasó de ser una vendedora minorista para convertirse en mayorista: hoy distribuye pescado en Sullana, Chulucanas, Paita, Talara y otras ciudades del norte del país.

Tejiendo su propia riqueza en Piura

Pero el camino no fue fácil. Con solo unos cuantos soles en el bolsillo, muchas veces perdió dinero. “Perdía, perdía mucho, pero no me cansé. Al principio, por ejemplo, compraba 10 soles de pescado y no me compraban nada. Tenía que vender a 8, 9 soles para poder sacar algo”, recuerda. Esa etapa, dura pero formativa, la hizo más fuerte y le enseñó a resistir.

“Primero traía por cajas, calamar, langostino… y ya luego me animé a comprar por mayor. Así me quedé trabajando hasta ahora, todos los días”.

Tiene tres hijos —de 30, 27 y 14 años— y los ha criado sola desde que su pareja los abandonó. Hoy, su hijo mayor trabaja con ella: la acompaña en las madrugadas, ayuda a bajar cajas, controlar pedidos y cobrar a los clientes que piden fiado. “Me da mucho orgullo ver cómo aprende lo bueno”, dice con una sonrisa que mezcla cansancio y orgullo.

La mayoría en el terminal la conoce como “Dina Paucar”, un apodo que nació entre bromas y cariño, y que hoy la identifica tanto como su oficio. “La gente de aquí me quiere, me aconseja, conversamos. Eso me da mucha fuerza”, asegura.

“La gente de aquí me quiere, me aconseja, conversamos. Eso me da mucha fuerza”.

Su jornada empieza antes de que salga el sol. Se levanta a las 2 de la mañana y a las 3 ya está en el terminal, buscando el mejor pescado fresco para ofrecer a sus clientes. Y si ese día no hay fresco, compra congelado. “No se puede parar, hay que seguir”, dice con firmeza.

Al pensar en el futuro, Bilma no duda: “Mi sueño es seguir creciendo, darles a mis hijos un futuro mejor. Quiero que me recuerden como una mujer trabajadora”. Y tiene un mensaje claro para otras mujeres que, como ella, buscan salir adelante: “Que tengan mucha honradez, que no dejen de esforzarse y que vean todas las formas de salir adelante”.

Hace cinco meses, accedió a un préstamo de Caja Cusco para invertir más en su negocio. “Hoy sigo confiando en ellos. Me apoyan siempre, y eso me da fuerzas para seguir luchando”, dice. Hoy, Bilma no solo es un nombre conocido en el terminal pesquero, es también un ejemplo de constancia, lucha y verdadera riqueza: la que se construye con valores, esfuerzo y corazón.

 

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