Calzado

Vilma 

Parra

Profesión: Administradora gerencial
Edad: 56 años
Lugar de nacimiento: Lima
Meta: Introducir su marca en los centros comerciales más importantes del país y exportar calzado peruano a Estados Unidos y Brasil.

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Redacción Contentlab
Lunes 19 de octubre de 2020

Trabajar para comer. Con apenas siete años, Vilma Parra, de mamá jaujina y papá pasqueño, estaba en la calle, a las afueras del mercado de Jesús María, con una bolsa de caiguas en la mano y limones en la otra. Eran los setenta y ella, una niña, fungía de vendedora ambulante, convencida de que esa vida signada por la miseria era la que le tocaba. 

“Si no vendía, no comía”, dice. Y claro, ella jamás habría imaginado que cinco décadas más tarde sería la dueña de siete tiendas de zapatos, una de ellas de 1200 metros cuadrados, en pleno corazón de Miraflores

La historia corta es que una niña que trabaja en la calle llegó a ser una empresaria notable. Pero lo interesante es qué tanto tuvo que bregar para alcanzar el éxito. Fulgencia García, su madre, era alcohólica. Eusebio Parra, su padre, la abandonó. “Éramos siete hermanos y yo era la mejor vendedora. Además yo quería ayudar a mi mamá”, recuerda Vilma. Y eso hizo, aunque no fue nada fácil. Su madre no administraba bien el dinero y Vilma sufría los embates de una familia disfuncional y con problemas de salud mental. Cuando tenía ocho años, la familia tuvo que mudarse a un arenal de Villa El Salvador. Dos años más tarde, los Parra García llegaron a una invasión en Santa Anita, donde se afincaron por varios años.

“Gasté todo lo que tenía, vendí mi departamento y mi carro. Pero gracias a las operaciones y al tratamiento, mi hija se recuperó”

Vilma, muy pobre pero con muchas ganas de estudiar, logró entrar al colegio nacional José Antonio Encinas. Ahí, mientras se hacía adolescente, conoció a chicas que no trabajaban, que no vivían en casas de esteras, que tenían la ropa limpia y la dignidad intacta. Vilma, entonces, cayó en la cuenta de que el derrotero por el que la conducía su madre no la llevaría a un destino feliz. 

Sin embargo, no sería sencillo salir de la pobreza por su cuenta. A los 15 años, “La gringa”, como la apodaban en el mercado, volvió a Jesús María para trabajar como vendedora ambulante de frutas. Se las arregló para conseguir las mejores frutas de los agricultores y, poco a poco, creció en su emprendimiento. Se hizo con un terreno en Jesús María, construyó su casa con material noble, se convirtió en mayor de edad, tuvo a su primer hijo y fracasó por primera vez en el amor, pero jamás se rindió. 

Vilma tenía 22 años cuando se volvió a enamorar. Sin embargo, la llegada de Mariella, su segunda hija, trajo consigo la más grande prueba de vida. A los pocos meses de nacida, una olla hirviendo cayó sobre su rostro, quemándolo. “Gasté todo el dinero que tenía, vendí mi departamento y mi carro. Pero gracias a las operaciones y al tratamiento, mi hija se recuperó”, dice Vilma con orgullo. 

La quiebra la obligó a partir nuevamente de cero. Había sido tal el sacrificio que vivió de la ayuda de sus compañeros ambulantes, que le regalaban víveres. Una tarde calurosa en una vereda de Jesús María, mientras se ganaba la vida reparando luces de navidad, un hombre le dejó media docena de zapatos en consignación. “‘Yo nunca he vendido zapatos’, le dije, y él me respondió: ‘tú puedes vender lo que sea, tienes ese talento’”, cuenta. Y no se equivocaba. Vilma los vendió en un día y le pidió más. 

Sin saberlo, había encontrado el negocio de su vida. Poco a poco, con mucho coraje, se volvió una estrella de las ventas y montó su empresa. Vilma Parra le agradece al exalcalde de Lima Alberto Andrade su paso a la formalidad. En el periodo del difunto burgomaestre, ella fue desalojada de su puesto ambulante (había tomado seis metros de vereda y pista) y ese golpe, que al principio resintió su economía, la llevó a invertir en su primera tienda. “Empecé a dar boletas y facturas. Me di cuenta de que el Estado premia la formalidad. Mejoré muchísimo como comerciante”, explica.

“Yo vencí al hambre, y no hay batalla más dura que esa”

Ahora tiene siete tiendas, ya lo dijimos, y planea abrir más. Quiere entrar a los grandes centros comerciales, anhela que sus zapatos, esos que llevan su nombre y apellido, se vendan en Estados Unidos y en Brasil.

Durante el tiempo de pandemia el porcentaje de ventas en sus tiendas ha bajado, es cierto, pero su espíritu combativo la ha llevado a ingresar rápidamente al comercio electrónico, y ahora mueve su mercadería por internet. Ella no para, no se arredra. Al contrario, ha encontrado varias oportunidades de negocio en estos meses. Así es Vilma: no hay problema que la detenga. “Yo vencí al hambre -dice- y no hay batalla más dura que esa”. 

Luchar
contra todo

La vida de Vilma ha significado una batalla tras otra, y de todas ha salido ganadora. 

Niñ trabajadora

A los 7 años, Vilma se convierte en vendedora ambulante para apoyar a su madre y a sus cinco hermanos.

 

Primer hogar

A los 15 años, invade un terreno y, poco a poco, construye con material noble su primera casa.

El descubrimiento

Con 24 años, le ofrecen zapatos en consignación y logra vender seis pares en un día. Había descubierto su mina de oro

Empresaria formal

Cuatro años más tarde, se formaliza y abre su primera tienda, en el distrito de Jesús María.

Brillo internacional

En 2003, con 39 años, gana en Ginebra (Suiza) el premio Estrella Internacional a la Calidad.

 

Consolidación definitiva

Hoy, Vilma Parra tiene siete tiendas con su marca en Jesús María, Magdalena, Miraflores y La Molina.

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