Repostería

Magno Saldaña

Lugar de nacimiento: Lima
Edad: 45 años
Estudios: Cursos en marketing en Esan – Miríadax
Meta:
Dar trabajo a muchos peruanos, ser un ejemplo de coraje y lograr que la sociedad comprenda que el cacao puede ayudar a salir de la depresión
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Alfredo Pomareda
Lunes 14 de setiembre de 2020
Un hombre escondido detrás de una máscara. Ese hombre alguna vez ganó más de cinco mil soles a la semana como promotor de eventos y hoy se encuentra en un microbús que recorre la avenida Alfredo Benavides, en Miraflores. Es un hombre disfrazado de Venom, el villano de Marvel que dedica su vida a combatir al Hombre Araña. Ese hombre se llama Magno Ivo Saldaña Ávila y esta fría tarde de agosto de 2017 lleva consigo una bolsa llena de caramelos de café. En casa le esperan dos hijos y uno más en camino. Piensa en cómo alimentarlos, pero, sobre todo, tiene una vergüenza que paraliza sus ganas de avanzar. 

A pesar de que la máscara de Venom lo hace irreconocible, él intenta engolar su voz atiplada. Quiere ser otro, quiere esconderse. ¿De qué otra manera podría ser?, piensa. ¿Qué dirían sus amigos promotores de grandes eventos? ¿Cómo lo mirarían ahora que se ha convertido en un vendedor ambulante que tienta suerte en el caótico transporte público limeño?

A pesar de que la máscara de Venom lo hace irreconocible, él intenta engolar su voz atiplada. Quiere ser otro, quiere esconderse (…) ¿Cómo lo mirarían ahora que se ha convertido en un vendedor ambulante que tienta suerte en el caótico transporte público limeño?
“No me podía dejar vencer, así que empecé a vender en los buses. Los microbuseros me vacilaban, me hacían subir, pero la gente al verme enmascarado me compraba bastante”, recuerda Magno, quien creció y se hizo adulto en el distrito de El Agustino. La calle, el barrio y el hecho de trabajar desde adolescente como cobrador de combi para la empresa El Cóndor construyeron en él cierta fortaleza. “Yo nunca me he rendido, pero te juro que sentía vergüenza cuando me subí al micro, de 42 años, a vender caramelos”, dice Magno Saldaña, exalumno de colegio fiscal y uno de siete hermanos de una madre soltera.

En los buses, este expromotor de eventos —que en los noventa llegó a administrar la exclusiva discoteca Teatriz, en Larcomar— encontró bastante aceptación, y poco a poco ganó una pequeña fama urbana. Sin embargo, aún no se sentía del todo bien con su trabajo, seguía oculto, prefería ser un enmascarado que solo dejaba ver sus ojos verde uva. “Yo tenía depresión. Un día un amigo me dijo que el cacao era bueno para este problema. Lo probé y de verdad que me ayudó”, dice Magno. En efecto, la sensación del chocolate derritiéndose en la boca hace que el cerebro genere endorfinas, la hormona de la felicidad. Lo de Saldaña Ávila con el chocolate fue un amor a primer bocado. El amor salva; el cacao, también.

Con este flechazo se prendió el foquito del negocio y, junto a su esposa, Magno empezó a preparar chocotejas con alto porcentaje de cacao. Estudió cursos de chocolatería y poco a poco perfeccionó su técnica, basada en utilizar únicamente ingredientes naturales. La fórmula que inventó le gustaba mucho a su público, los pasajeros de los buses limeños. Seis meses después de fungir de Venom, Magno fue al Mercado Central y compró el traje de Spiderman. Pasó de villano a héroe. Sus ganancias se elevaron a 200 soles diarios. “Empecé a ganar confianza y a entender que vender en un bus es un trabajo digno de orgullo”, dice. Contento por fin, Magno se quitó la máscara y le mostró su verdadero rostro a la gente. 

“Ahora me esfuerzo el doble, pero estoy cumpliendo uno de mis sueños”.

“Yo les decía que quería tener una fábrica y que mi sueño era darle trabajo a mucha gente”, recuerda. Sus palabras hicieron eco en un pasajero, quien lo contactó con un empresario que, aseguraba, lo podía ayudar. Magno aceptó, presentó su chocolate de cacao 100% natural a la fábrica y así se hizo socio. Hoy ha triplicado su producción, llegando mensualmente a más de quinientas cajas de chocolate.

En tiempos de pandemia, Magno ha contratado vendedores que colocan sus chocolates al por mayor y menor. De alguna manera él colabora con la reactivación económica del país. “Yo también reparto a domicilio. Trabajo mucho y lo hago feliz. Ahora me esfuerzo el doble, pero estoy cumpliendo uno de mis sueños”, sentencia. Este hombre de coraje quiere crecer como empresario y que sus chocolates se oferten en todo el mundo. Es consciente que el camino será largo y sacrificado, pero de eso sabe mucho. Después de tantas idas y vueltas en la vida, Magno está determinado a cumplir con sus objetivos, y deja claro que “nada ni nadie” se los quitarán.

Caer

y levantarse

Acostumbrado a ganarse el pan desde la adolescencia, Magno no sabe responder a los fracasos de otra forma que trabajando más duro.

Primer trabajo

En febrero de 1988, con apenas 13 años, Magno consigue su primer trabajo como cobrador de combi. Algunos años después se hace barman.

 

Giro laboral

En setiembre de 2010 se inicia en el rubro de la administración y promoción de eventos, logrando buenos ingresos y estabilidad económica.

Tocar fondo

Después de siete años sin problemas, en julio de 2017 se va a la quiebra. Su último evento es un fracaso total y pierde todos sus ahorros.

Empezar de cero

Un mes más tarde decide subirse a los buses para vender caramelos de café oculto tras el disfraz de Venom.

Descubrimiento

En noviembre de 2017 prueba el cacao peruano, se enamora de su sabor y su poder antidepresivo, y empieza su carrera como chocolatero.

 

Empresario

En marzo de este año se asocia con un empresario y empieza a producir sus chocolates en una fábrica. Actualmente produce mças de medio millar de cajas cada mes.

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