coctelería

Aaron 

Díaz

Profesión: Bartender y chef
Edad: 38 años
Lugar de nacimiento: Lima
Meta: Sobrevivir como empresa en tiempos de pandemia y abrir más bares con conceptos distintos.

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David Gavidia
Lunes 12 de octubre de 2020

La historia comienza en el verano de 1994, en las playas de Camaná, Arequipa. El futuro bartender Aaron Díaz tenía 13 años y no imaginaba que dos décadas más tarde sería reconocido como uno de los gurús de la coctelería mundial y uno de los bartenders más influyentes del planeta. Menos, incluso, que sería el creador de toda una filosofía en ese campo: la coctelería conceptual, que satisface paladares en base a una profunda investigación de  ingredientes, sabores, culturas y experiencias. Era muy temprano todavía. En los noventas, Díaz Olivos era un adolescente preocupado por ganar cinco soles al día, para irse de fiesta.

Aaron es limeño, pero pasaba sus vacaciones en la costa arequipeña, donde vivía su abuela, quien le enseñó a cocinar y sembró en él la vena culinaria. Para ganar algunas monedas, los fines de semana trabajaba en una taberna. Limpiaba mesas y lavaba vasos mientras oía las charlas que se confundían entre el barullo y la brisa marina. En ese ambiente comenzó a concebir su futuro: sería bartender profesional. La idea de combinar licores tras una barra le comenzaba a seducir.

Llegado el momento, Aarón comunicó a su familia su decisión: estudiaría cocina y coctelería. Pero ellos no lo tomaron en serio. Era un adolescente que comenzaba a descubrir el mundo y sus posibilidades. Su futuro, suponían, estaba en el área textil y en la administración de empresas, como mandaba la tradición familiar. Pensaron, en suma, que la idea se le pasaría. Pero se equivocaron. “Tuve que llorarle a mi mamá para estudiar coctelería. Al final, aceptó”, cuenta.

“La comida es una necesidad, pero la coctelería es un lujo”, reflexiona, aceptando la situación que atraviesa el país y su sector.

Y así comenzó todo. Entre 1999 y 2009, Aaron estudió tres carreras: Bartender profesional, Arte Culinario y Gestión de Restaurantes. En paralelo, trabajaba para diferentes bares, restaurantes, clubes y franquicias. Pronto llegaron los viajes y la búsqueda de nuevas experiencias para sus creaciones, que transformarían su vida y su forma de crear. 

Desde hace 18 años Aaron trabaja, dicta charlas y ha sido jurado de concursos y bartender invitado en más de diez países de tres continentes. Cada visita a un nuevo país era motivo para absorber su cultura coctelera. La vida lo llevó, por ejemplo, hasta el Aviary de Chicago, uno de los ‘cocktail bar’s’ más prestigiosos del mundo, donde llegó a ser chef-bartender. “Estar ahí era como jugar la Champions League en el Barcelona o en el Manchester United”, explica.

Toda esa experiencia rindió sus frutos cuando Aaron volvió al Perú. Más aún cuando, mientras trabajaba como director de Bebidas en Astrid & Gastón Casa Moreira (2013-2015), maduraba lo que años más tarde sería su gran creación: Carnaval, el bar donde aplicó todo lo aprendido y plasmó su filosofía personal: la coctelería conceptual.

El gran Carnaval
Era el año 2016 y Aarón Díaz pasaba por una crisis económica. “Pero siempre me decía: ‘tienes que seguir avanzando’”. Una parte de su cabeza, cuenta, se había obstinado en encontrar un local para el bar propio, sin importar las cuentas en rojo. Veía un sitio interesante e inmediatamente sacaba una cita para conocerlo. Veía planos, se reunía con gente. Se afanaba. “Estaba como ido, en automático. Algo me decía: ‘no pares, brother’”. Fue así como encontró un hermoso local en la cuadra 6 de la avenida Pardo y Aliaga, en San Isidro, propiedad de la familia Brescia.

Aaron les propuso alquilar su local. Era, según él mismo confiesa, la reunión más importante de toda su vida, y se presentó con un polo, zapatillas, un ‘sketchbook’ bajo el brazo y una laptop que se apagaba de rato en rato, pero con la firme promesa de convertir ese local en el bar más alucinante de Perú. Frente a él estaba un gerente de ventas, un gerente de marketing y un gerente de locales, entre otros especialistas. “Yo no tenía el dinero, tenía deudas. Pero sentía que ese espacio, que hoy es Carnaval, era para mí”.

Durante las más de dos horas que duró la reunión, Aaron explicó a los directivos lo que sería Carnaval. Les dio detalles de la carta y los cocteles. Les comentó quiénes iban a trabajar, cómo se vería el lugar y la decoración, qué música tendría. En resumen, el proyecto que había armado durante los últimos ocho años de su vida. Dos semanas después, recibió un correo diciéndole que el local era suyo, previo pago del alquiler y la garantía. Para este momento ya se había hecho de grandes socios. Los convocó para darles la noticia y festejaron tomando sake.

Carnaval abrió sus puertas en enero del 2018. Es un bar de paredes altas y transparentes, vestidas de celosías. Los cocteles se sirven en esculturas de Marcelo Wong, Sonia Cespedes, Corinna Silva o Carlos Runcie Tanaka. El hielo, el alma del coctel, es creado con agua filtrada por ósmosis inversa y tiene un salón especial donde es trabajado con la fascinación de los alquimistas. “Carnaval dice Díaz Olivos es como en el Circo del Sol: súper fino y súper lúdico”.

“Hay que ser positivos, salir de la zona de confort y aprender día a día”

En Carnaval, Aaron y su equipo rinden homenaje a los danzantes de tijeras con un coctel que lleva Caña Alta azul, shambar de guanábana y lúcuma, chicha de jora, mix de ajíes y jugo de caña. Inspirados en el carnaval de Niza, crean fórmulas como “Batalla de Flores”, a base de cognac Martell VS, granada, toronja, gin Beefeater y absenta La Fée.“Los cocteles son una experiencia. Esa es la coctelería conceptual”, explica. 

Desde su apertura, Carnaval fue un ‘boom’. El bar abría sus puertas a las 5 de la tarde, y ya había colas esperando para entrar. Se hacían reservas con semanas de anticipación y turistas extranjeros quedaban maravillados en sus visitas. Sin embargo, en marzo de este año, cayó la pandemia y el local de momento permanece cerrado. Pero el equipo de Carnaval no se detiene. A diario se reúnen en la casa de Aaron y ensayan fórmulas, experimentan con destilados y crean nuevas oportunidades para su carta. Han implementado el servicio de delivery y dictan talleres y capacitaciones online. 

“La comida es una necesidad, pero la coctelería es un lujo”, reflexiona, aceptando la difícil situación por la que atraviesa el país y su sector. “Hay que ser positivos, salir de la zona de confort y aprender día a día”, señala. Y ese es el método que viene implementando. Pronto, confía, Carnaval reabrirá sus puertas, y la aventura se reiniciará. “Será divertido volver a comenzar”.

continuo
crecimiento

Con Carnaval, Aaron ha cosechado los frutos de años de preparación y constante evolución en la coctelería.

Prolija carrera

Aaron trabajó en The Aviary (Chicago), La 73 y Astrid & Gastón Casa Moreyra, y fue invitado a mostrar su talento en Salmón Gurú (Madrid), Limantour (México), Moskovsky Bar (Moscú) y Florería Atlántico (Buenos Aires).

 

Maestro

En 2016, fue considerado “Gurú” de coctelería por Diageo World Class. En Perú, recibió el premio al “Mejor bartender del año” en los Premios Luces 2018 de El Comercio.

Élite mundial

En 2018, Carnaval ocupó el puesto 68 en The World’s 50 Best Bars, y recibió el premio Campari One To Watch

El mejor del Perú

En 2019, Carnaval fue elegido como el mejor bar del Perú en la lista Summum y se posicionó en el puesto Nº 13 del mundo de la lista de The World’s 50 Best Bars.

Una familia

Parte fundamental de su vida es su equipo: Raúl Arcayo, Juan José Benítez, Melissa Barrera, Manuel Caycho, Gianmarco Chumpitaz, Alonso Palomino, Carlos Mondragón, Christina Retamozo y Jesús Espinoza.

 

Amistad eterna

Aaron considera al desaparecido Juan Lengua como su mentor. Fue él quien lo animó a experimentar detrás de la barra del que fuese su local: La 73 de Barranco.

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