SOSTENIBILIDAD
Abel Cruz
Lugar de nacimiento: Echarate, La Convención (Cusco)
Edad: 58 años
Estudios: Ingeniería en UTEL (por terminar)
Meta: Que todos los asentamientos humanos del Perú tengan agua potable para consumo humano
Diana Hidalgo
Lunes 26 de octubre de 2020
Al ingeniero Abel Cruz le enfurece que, solo en Lima, dos millones y medio de personas no tengan acceso directo y continuo al agua potable. Le enfurece aún más que en la mayoría de asentamientos humanos en la periferia de la capital se venda agua contaminada en camiones cisterna a 20 o 25 soles el metro cúbico, mientras que en los distritos que cuentan con este servicio, el precio que se paga es, a lo mucho, dos soles. Y que esas familias pobres tengan que pagar ese dinero y usar esa agua, porque no tienen otra alternativa.
Esa pobreza y ausencia del Estado lo saca de sus casillas. Él mismo la vivió de niño, en los años setenta, cuando creció en una colina de Echarate, provincia de La Convención, en Cusco. Bajaba cada día al río con un recipiente para recolectar agua y lo subía 500 metros cuesta arriba. Así abastecía de agua a toda su familia. Desde ese momento empezó a idear la manera de solucionar este problema. Muchos años después, construyó e implementó las mallas “atrapanieblas” y fundó la ONG Movimiento Peruanos Sin Agua. Hoy lo llaman “el cazador de nubes”.
De niño, Abel Cruz vivía con sus padres y sus tres hermanos a siete kilómetros del centro poblado Buenavista, en la zona noreste de La Convención. Era una vida tranquila, de campo, cascadas y animales, pero sin oportunidades de estudio ni de trabajo. Eso lo entendió pronto, cuando cayó en la cuenta de todo lo que tenían que caminar él y sus hermanos para ir al colegio. Sin embargo, no dejaba de asistir y de pensar o inventar formas de tener una vida mejor, como llevar agua a su casa y tratar de desinfectarla para hacerla potable.
“Hay un paciente que está en cuidados intensivos. Se llama planeta Tierra. Está en nuestras manos”.
Pero, de un momento a otro, todo empeoró. Cuando tenía siete años, su madre enfermó y murió. Su padre quedó muy mal, sin rumbo y en extrema pobreza. Los niños pasaron al cuidado de su abuelo. Abel esperó terminar la secundaria, a comienzos de los años ochenta, y migró a Lima “con el único propósito de poder estudiar” en la universidad. Se alojó en la casa de un pariente, aunque algunos días debió dormir en la calle. En una de esas noches, en algún rincón del Campo de Marte, le robaron todo lo que traía en un pequeño maletín y, a su pesar, tuvo que regresar un tiempo a Cusco.
Recién a mediados de los noventa regresó a Lima. Esta vez, para quedarse. Consiguió un trabajo como mensajero y encargado de la correspondencia en el despacho del abogado constitucionalista Javier Valle Riestra e ingresó a la Universidad Nacional Agraria La Molina para estudiar Ingeniería. Ya instalado en Lima, comenzó a idear la creación del “atrapanieblas”, un sistema para resolver el problema de la falta de agua en millones de hogares peruanos.
El “atrapanieblas”, dice Cruz, es en realidad una tecnología muy simple, pero muy eficiente. No requiere fluido eléctrico, ni paneles solares. Solo consiste en colocar paneles de mallas de nylon que miden entre 5 y 6 metros de ancho, y la misma medida de altura, sostenidos de cada lado por ramas delgadas de madera, recicladas de los desmontes. Sencillo, pero logra algo gigante: captar entre 200 y 400 litros de agua al día por panel. Las mallas atrapan el agua contenida en las nubes o suspendida en el ambiente, que cae en una canaleta ubicada bajo el panel, hasta llegar a un tanque o reservorio de agua. De ahí, puede tomarse para consumo doméstico y para la agricultura. Leyes básicas de la física en una ciudad tan húmeda como Lima.
Pero, si bien esta iniciativa surgió por una necesidad, es también un aporte muy significativo para resolver la crisis hídrica que vivimos hoy, a causa del cambio climático y el uso desmedido del agua en los hogares y en las industrias. Es también una ayuda para batallar contra la COVID-19, que nos obliga a lavarnos las manos constantemente. “Hay un paciente que está en cuidados intensivos. Se llama planeta Tierra. Está en nuestras manos”, dice Abel. “¿Qué está haciendo el gobierno al respecto y nosotros como sociedad?”, se pregunta. “Tenemos que tomar una conciencia única sobre esta problemática. Darnos cuenta de que el agua es un recurso increíblemente valioso para la humanidad”. En América Latina son 60 millones de personas los que carecen de acceso al agua. Hablamos de casi dos veces la población del Perú.
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A Abel Cruz le alegra lo que ha logrado. En más de diez años de trabajo, ha conseguido instalar —junto con voluntarios y asociaciones públicas y privadas—, alrededor de 10 mil “atrapanieblas” en zonas vulnerables donde no llega este recurso tan preciado, como Villa María del Triunfo, San Juan de Miraflores, Comas, Pachacamac, Ancón, Lurín y Nuevo Ayacucho. Su misión también se ha extendido hasta provincias como Cusco, Tacna, Arequipa, Moquegua, Ayacucho, Apurímac y Huancavelica.
Pero quizá lo que más le entusiasma es que su proyecto ha llamado tanto la atención del mundo: no solo ha recibido diversos reconocimientos internacionales sino que ha conseguido financiamiento nacional e internacional para continuar con su misión. Además, ha dado conferencias en Asia, Europa y Estados Unidos que han permitido que su creación se multiplique por el planeta, con el único objetivo de llevar agua a los más vulnerables. Una de las actividades que más resalta es que ha dado charlas cuatro veces en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), considerada como una de las mejores universidades del mundo, así como una meca en innovación y tecnología.
“Todos deberíamos tener acceso al agua”.
Para este año, Cruz se había planteado una meta muy ambiciosa: instalar 10 mil “atrapanieblas” en varias partes del Perú. Serían 3 mil en Arequipa, 2 mil en Cusco, 3 mil entre Puno, Moquegua y Piura, y 2 mil en la Pampa Concón, ubicada entre Cañete y Chincha. Y aunque esta meta se vio interrumpida por la pandemia, Cruz no ha abandonado su misión. Por lo pronto, la primera semana de noviembre instalará 2 mil en Islay (Arequipa), donde 300 familias de comunidades campesinas no tienen acceso al agua.
En paralelo, está retomando las coordinaciones para avanzar lo más que se pueda con su meta en lo que queda del año, y planea su futuro. Por lo pronto, dentro de doce meses participará en la Exposición Universal de Dubái, que, con el lema “Conectando mentes, creando el futuro”, presenta los últimos avances y las nuevas tecnologías en el mundo para mejorar la calidad de vida en todo el planeta.
Cruz resume su propósito con seis palabras que se han convertido en un dogma: “Todos deberíamos tener acceso al agua”. Afortunadamente, él va de las promesas a la acción.
Peruano
ejemplar
El trabajo de Abel en favor de los más necesitados lo ha llevado a recibir múltiples reconocimientos en el país y el extranjero.
Líder en sostenibilidad
En 2017, fue finalista del premio CEMEX-Tec (México), que reconoce el desarrollo de propuestas y proyectos de alto impacto en desarrollo sostenible en Latinoamérica.
Desafío regional
En 2017, la ONG Peruanos Sin Agua ganó el segundo lugar en el premio regional del Desafío Google Org, concurso que reconoció 15 proyectos de innovación social latinoamericanos.
Emprendedor global
En 2019, la fundación Ashoka eligió a Cruz y Peruanos Sin Agua para formar parte de su comunidad de más de 3600 emprendedores sociales en más de 90 países.
Historia inmortalizada
El año pasado publicó “El atrapanieblas, cazador de nubes”, escrito en conjunto con Jaime La Torre. El libro narra la historia de su vida y su emprendimiento.
Servicio social
Este año, fue finalista del Premio Nacional Humberto Campodónico, que reconoce y estimula a personas e instituciones que brindan servicios destacados a la sociedad peruana.
Peruano del Bicentenario
Recientemente, el Proyecto Especial Bicentenario, de la PCM y el MINCUL, lo eligió como uno de los Peruanos del Bicentenario, por su aporte en el acceso al agua potable.
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