“Es como si esta mantarraya fuera la heroína de la misión. Se sacrificó para visibilizar a su especie y para que nosotros pudiéramos salvar a muchas mantas más”, dice Kerstin.

Jugársela por la conservación
A los 22 años, Kerstin renunció a su trabajo en una consultora y se centró en educar y capacitar a las comunidades costeras del país para que preserven el mar, las playas y las especies marinas. “Tenía estabilidad económica, pero tuve que optar entre continuar [en la consultora] o dedicarme de lleno a sacar adelante Planeta Océano. Esto significaba no solamente no ganar nada, sino también invertir de mis ahorros”, comenta. 

El trabajo de Kerstin comenzó investigando a las tortugas marinas amenazadas en el norte del Perú. Su curiosidad y compromiso la llevaron a averiguar cuánto se conversaba en las escuelas locales acerca del medioambiente marino. Se dio con la sorpresa de que prácticamente no se hablaba del tema. Así es como comenzó Planeta Océano, como una propuesta de divulgación de conocimiento y empoderamiento comunitario acerca de los temas que involucran el mar y la costa.

 Al día de hoy, esta organización ha impactado en más de 500 mil personas, ha involucrado a más de 10 comunidades en su trabajo y ha incubado al menos 20 proyectos ecológicos liderados por jóvenes. Todo esto desde sus tres frente de acción: la investigación científica, la educación y el desarrollo sostenible. 

La ‘mantahéroe’
Una de las misiones más importantes de esta organización está vinculada a la protección de las mantarrayas gigantes de Tumbes. “Antes no se hablaba de la manta, no estaba protegida y su captura era regular”, cuenta Kerstin. En este proyecto, desde el principio, pueden evidenciarse dos de los obstáculos más importantes que ha tenido Planeta Océano: el financiamiento y la falta de atención del Estado. Pero un hecho ocurrido en 2015 ayudaría, repentinamente, a poner en agenda sus ideales. El 18 de abril de dicho año, un grupo de pescadores capturó una mantarraya verdaderamente enorme. Más de una tonelada de peso y ocho metros de longitud, según informó El Comercio. La noticia saltó a los medios nacionales e internacionales, y abrió el debate sobre la vulnerabilidad de la especie. Lo que sucedió luego, revolucionó la visibilidad de Planeta Océano. Kerstin recibió la llamada que había esperado por, al menos, dos años: un organismo público la contactaba para empezar a trabajar juntos en el cuidado de la mantarraya gigante. A la vez, Edgardo Cruz, uno de los pescadores que capturó a la manta, cayó en cuenta de su propio error y se ofreció como voluntario en Planeta Océano, para divulgar su experiencia y apoyar en educar a otros sobre la conservación de las mantarrayas gigantes.

“Lo que te hace más fuerte son las ganas de volver a ponerte de pie”