¿Qué son los PAMA y cómo forjaron una nueva minería?
Gracias a esta herramienta, se han invertido más de US$1200 millones en poner fin a prácticas mineras inadecuadas.
Redacción ContentLab
A inicios de los años noventa, cuando el gobierno peruano se propuso abrir el país al capital extranjero en la actividad minera, se incorporó un componente que en el pasado no fue tomado con la seriedad que correspondía: el impacto ambiental. En el mismo contexto, se crearon los Programas de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA).
Cabe recordar que, en el mundo, hasta fines de los años ochenta, el impacto de la inversión pública y privada en la extracción de recursos minerales y energéticos no era un tema que se discutía abiertamente en términos de normas y regulaciones. Sin embargo, a raíz de un conjunto de acuerdos en Naciones Unidas, las economías de libre mercado se propusieron poner límites ambientales al desarrollo industrial.
Julio Bonelli, exdirector de Asuntos Ambientales del Ministerio de Energía y Minas (MINEM), explica que, con este objetivo, el Estado estructuró en 1992 el “Texto Único Ordenado de la Ley General de Minería”, un documento que incluyó el tema ambiental para la actividad minera. Su reglamentación condujo al D.S. 016-93-EM, que es conocido como el primer reglamento ambiental para la actividad minera.
“Paralelamente, el MINEM firmó convenios de cooperación técnica para el asesoramiento en medioambiente. Expertos canadienses asesoraron a los funcionarios peruanos a fin de establecer la ruta por la cual la actividad minera peruana debía transitar para implementar actividades de control y prevención del impacto industrial en esta actividad”, recuerda Bonelli, quien hoy se desempeña como docente y consultor metalúrgico ambiental.
Los PAMA fueron la herramienta diseñada para conducir a una minería más alineada con la legislación y los objetivos de los países preocupados por el medioambiente.
En ese sentido, se elaboró el primer “Plan Maestro de Control de la Contaminación en la Actividad Minera”, que tuvo cuatro objetivos básicos:
-Control de contaminantes en plantas que venían operando desde antes de 1992, a través de los Programas de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA)
-Estudios de Impacto Ambiental (EIA) para Proyectos Nuevos en Minería
-Remediación de Pasivos Ambientales Mineros
-Reglamentación y Formalización de la Pequeña Minería y Minería Artesanal
Estos ejes representaron las bases para una nueva minería. A decir de Oswaldo Tovar, exdirector de Promoción Minera y Desarrollo en el MINEM, estos instrumentos hicieron que la minería pase a un nuevo nivel en cuanto a sostenibilidad.
Más adelante, en 1996, con el establecimiento de los Límites Máximos Permisibles (LMP) para agua y aire, se diseñaron tecnologías que permitieron la reducción de los niveles de contaminación que emitían las operaciones de las empresas, escalando otro nivel adicional.
EXIGENCIA Y COMPROMISO AMBIENTAL
En este contexto de cambio, los PAMA fueron la herramienta diseñada para conducir a una minería más alineada con la legislación y los objetivos de los países preocupados por el medioambiente.
Desde mediados de los noventa, se generaron 65 PAMA. Los últimos en ser aprobados fueron los PAMA de las fundiciones de Ilo (Southern Perú) y de La Oroya (Doe Run) en enero de 1997, dando a las mineras un plazo no mayor a cinco años para cumplir con las exigencias ambientales. En el caso de las fundiciones, el plazo fue de 10 años.
RETO CUMPLIDO
El reto planteado por el Gobierno fue acatado por el sector minero, el cual tuvo que implementar una inversión cercana a los US$1200 millones. Se trazaron metas de ejecución y cumplimiento de estándares bajo la supervisión de la Dirección de Fiscalización Minera del MINEM.
La fiscalización se concentró en comparar el cronograma que cada empresa presentó con los avances reales de adecuación y ejecución de montos de inversión. Cuando se concluía con la ejecución del PAMA, la Dirección de Fiscalización, a través de una empresa particular de fiscalización, debía comprobar el avance para emitir un certificado de conclusión del PAMA.
Bonelli señala que la implementación de estos instrumentos redujo notablemente la emisión de contaminantes al medioambiente entre fines de los noventa y la primera década del nuevo siglo. “Minas que generaban aguas ácidas instalaron plantas de tratamiento de efluentes ácidos. Igualmente, operaciones que disponían sus relaves en los ríos ya no pudieron hacerlo más. Tuvieron que prepararse áreas adecuadas en tierra aplicando tecnologías sobre manejo de relaves. Asimismo, las emisiones de las fundiciones disminuyeron significativamente, hasta los niveles impuestos por los límites máximos permisibles”, indica.
Uno de los resultados más significativos de los PAMA fue la adecuación de la Fundición de Ilo, que redujo sus emisiones de anhídrido sulfuroso (SO2). Solo este PAMA exigió una inversión de más de US$400 millones, demandando el cambio de tecnología de fusión de concentrados y la instalación de una planta de ácido sulfúrico de mayor capacidad, para captar hasta un 95% del azufre que ingresaba a la planta como concentrado. Desafortunadamente, la Fundición de La Oroya no pudo completar su PAMA. Según los directivos de la empresa de ese entonces, se trató de asuntos financieros producto de la crisis económica de 2008.
Tovar indica que el esfuerzo no fue perfecto, pero constituyó el primer avance hacia la internalización de los efectos ambientales en el sector minero desde diversos espacios: el gubernamental, el corporativo y el social. En general, los PAMA pusieron fin a la minería antigua, para marcar el inicio de una minería moderna en la que el cuidado ambiental y la salud no solo son parte del desarrollo productivo, sino que son la mayor prioridad.
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