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5 personajes que impulsaron la minería peruana

Mediante el emprendimiento, la persistencia y el trabajo duro, estos personajes desarrollaron la minería nacional.

Redacción ContentLab

Friday, November 6, 2020

Quien cree que la historia de la minería peruana es un discurrir de relatos prefabricados de éxito, se equivoca rotundamente. En el Perú de la primera mitad del siglo XX, de infraestructura y transporte limitado, seguridad económica y política inestable, personas como Alberto Benavides de la Quintana, Ernesto Baertl, Jesús Arias, Fausto Zavaleta y Luis Hochschild se guiaron por su olfato y, a punta de insistencia, se abrieron paso en el sector. Así, marcaron la senda de lo que hoy es la minería moderna

Carlos Diez Canseco, gerente general del Instituto de Ingenieros de Minas, indica que la mayoría de los nombrados vivió no solo situaciones de bonanza, sino también fracasos de los que supieron sobreponerse. Fue el caso de Ernesto Baertl, el iniciador de Milpo, quien tuvo que cerrar la mina tras la crisis de 1929.

Diez Canseco señala que, con motivo del evento Perumín del Bicentenario, actualmente se está elaborando el libro “Los pioneros de la minería”, que dará detalles de estas historias y otras más que fueron parte de los inicios y el desarrollo de este sector. En tanto, conoceremos algunas de las anécdotas y pasajes en la vida de estos cinco pioneros de la industria minera.

1. Alberto Benavides de la Quintana, el aventurero

El fundador de la Compañía de Minas Buenaventura ha contado que su padre, Alberto Benavides Diez Canseco, hizo todo lo posible para desanimarlo de estudiar Ingeniería de Minas. Primero lo obligó a vivir un tiempo a 5000 m.s.n.m., en Puno. Luego, lo envió a la mina subterránea Atacocha, sin sospechar que lo único que lograba era afianzar su vocación.

En 1952, Benavides arrendó la mina de oro y zinc de la Sociedad Minera Suizo-Peruana Julcani, una mina huancavelicana abandonada por la Cerro de Pasco Co. Un año después, la Sociedad Minera Suizo-Peruana Julcani, cansada de alquilar, le dio un aviso final: o compras o te vas. Así nació la corporación que hoy es una de las empresas peruanas en listar en la Bolsa de Valores de Nueva York. 

2. Luis Hochschild, el inmigrante

El empresario y filántropo Luis Hochschild nació en Alemania, pero decidió hacer empresa en el Perú. Entre sus iniciativas estuvo la creación de Tecsup, un centro de formación técnica y profesional para jóvenes con pocas oportunidades. A esta faceta se le sumaría también la de su figura como un minero notable, incentivado por su tío Mauricio Hochschild, quien lo invitó a trabajar en su organización (Hochschild Mining). 

Nació en Born, en 1927, y llegó al Perú a los 18 años. Sus estudios los realizó en la Universidad Nacional de Ingeniería y se tituló en Ingeniería Mecánica Eléctrica. Hochschild forjó un consorcio de servicios, cemento y minería que, entre otras empresas, incluye a las minas Milpo, Huarón, Caylloma, Arcata y Ares. Como buen alemán, era muy disciplinado. Su hijo, Eduardo, en una entrevista con El Comercio, contó que siempre le insistía en que debía llegar más temprano a la oficina, pero él no le hacía mucho caso. Un día, llegó a su casa a las 7:15 am y le dijo: “Vine a recogerte, mañana también vengo”. Desde entonces, Eduardo no volvió a llegar tarde.

Actualmente se está elaborando el libro “Los pioneros de la minería”, que dará detalles de estas historias y otras más que fueron parte de los inicios y el desarrollo de este sector.

3. Jesús Arias Dávila, el ingenioso

Jesús Arias nació en 1924, en la ciudad de Cerro de Pasco. De niño, dormía y jugaba en los socavones, y su madre nunca opuso resistencia. Al contrario, lo incentivaba. Junto a su hermano Alberto, jugaban a buscar vetas, imitando la actividad diaria de Agustín Arias Carracedo, su padre, un inmigrante español que echó raíces en el Perú y descubrió Antamina, antes de dejar huérfano a don Jesús cuando tenía 18 años. 

En una entrevista, Alberto Arias reveló que su hermano Jesús nunca pudo terminar de estudiar una carrera universitaria. Se dedicó a trabajar para sacar adelante a sus hermanos y a la empresa de su padre, Calera Cut Off. Una de sus hijas, Eva Arias, dijo alguna vez, resumiendo el espíritu de su padre, que “no era ingeniero, era ingenioso”. Y vaya que lo fue. En 1950, instaló la primera planta concentradora en el país. Fundó también la minera San Valentín, Peruana de Energía y Minera Andina de Exploraciones. En la década de 1970, compró la mina San Vicente a la Cerro de Pasco Corporation. Tiempo después, el otrora niño que jugaba a buscar vetas creó la Compañía Minera San Ignacio de Morococha y, luego, en La Libertad, Compañía Minera Poderosa.

4. Ernesto Álvaro Baertl Schütz, el caminante

Este pionero de la minería nació en Lima el 19 de febrero de 1892. Creció viendo prosperar la pequeña tienda de monturas de cuero de su papá, el alemán Juan Bautista Baertl, en el Jirón de la Unión, en épocas de la reconstrucción nacional tras la Guerra del Pacífico. En 1915, egresó de la Escuela Nacional de Ingenieros y ese mismo año comenzó su vida profesional. Empezó en las alturas de Arequipa, Puno, Cusco y parte de Bolivia, y llegó a ocupar prácticamente todas las posiciones en las que un minero puede desarrollarse. 

Su historia no fue sencilla. Recorrió gran parte de las alturas de Huancavelica siendo, como su hijo Augusto indica, “un misionero de la minería”. Su tenacidad para desarrollar el recurso minero y para descubrirlo lo hacía confiable para cualquier inversionista. Ernesto Baertl Schütz promovió, administró y dirigió Compañía Minera Milpo, Sindicato Minero Pacococha, Minas de Cobre de Chapi, Volcan Mines Co., Minas de Arcata, Castrovirreyna, Cobre Acarí y Compañía Minera Sayapullo, entre otras. Tuvo ocho hijos a los que trasladó su pasión por la minería. 

5. Fausto Zavaleta Cruzado, el afortunado

Con pocos recursos, el ejecutivo Fausto Zavaleta Cruzado hizo de la mina San Rafael, en Puno, la segunda mayor productora de estaño del mundo y la primera de Latinoamérica, a inicios de los años noventa. Al inicio, la conducción de la mina, que luego llevaría el nombre de Minsur, estaba en manos de los hermanos Pedro y Mario Brescia. Cuando esta historia comenzó, hablamos de 1977, San Rafael producía cobre, pero tenía un problema: su producción del metal no era muy limpia. Había algo que lo contaminaba. Gigante fue la sorpresa de don Zavaleta al percatarse de que ese algo era estaño. En aquella época, este mineral era hasta cuatro veces más valioso que el cobre.

El afortunado descubrimiento hizo que Zavaleta cambiara el rumbo de la empresa: se arriesgó con el estaño y dejó de lado el metal rojo. El tiempo ha probado que esta decisión fue la idónea. Al ganar la confianza de los Brescia, Zavaleta Cruzado asumió la gerencia general de Minsur y no la dejó hasta setiembre del 2010. Ya para el 2005, la mina generaba unos US$500 millones en ingresos, algo impensable para una mina que en sus inicios solo podía procesar 2500 toneladas por día. 

Aunque estos son solo unos breves pasajes en la vida de estos pioneros de la minería peruana, no queda duda de su influencia en la construcción de un rubro que, con los años, se ha convertido en un pilar de la economía nacional.

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