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Ñaimlap, un relato en el que se funden el mito y la historia

Un rey alado y su corte llegan a Lambayeque en cientos de balsas, cargando ídolos e ideales. En ‘Ñaimlap. Memoria lambayeque y materialidad histórica’, publicado por EY Perú, arqueólogos y académicos explican la profunda importancia histórica del más interesante relato de la costa norte.

REDACCIÓN CONTENTLAB
Martes 14 de diciembre, 2021

Hasta la llegada de los conquistadores españoles, los habitantes del desafiante desierto de la costa norte del Perú narraron de generación en generación el relato de un dios único: Ñaimlap. Junto a su esposa principal, su descendencia y su corte, Ñaimlap llegó a Lambayeque en balsas, para establecerse y reinar abrigado por la aceptación del pueblo. 

La figura divina de Ñaimlap, en parte hombre y en parte ave, se instaló en la memoria colectiva del pueblo con una fuerza tan vital que, aún hoy, los arqueólogos siguen encontrando evidencias de su culto en cerámicas, murales o máscaras fúnebres de impactante calidad artística.

Ñaimlap: el misterioso origen de la cultura lambayeque

La historia de la llegada de Ñaimlap ha sido descrita por el recordado historiador Jorge Zevallos Quiñones como “quizá la página más rica que tiene la historia de la literatura norperuana”. En ‘Ñaimlap. Memoria lambayeque y materialidad histórica’, publicado por EY Perú en una versión digital de libre descarga, el lector podrá disfrutar este relato en su versión original, como fue recogida en el siglo XV por el cronista Miguel Cabello de Valboa.

Razones no faltan para la afirmación de Zevallos. Se trata de un dios que llega del mar, gobierna con justicia y levanta el palacio de Chot, donde se adora a Yampallec, una figura esculpida en piedra verde que lleva su rostro. Pero, con el tiempo, todo cambia. Ñaimlap parte al horizonte transformado en un ave y su descendencia lo sucede en reinados que distan mucho de la capacidad con que llevó el suyo. 

La gota que rebalsa el vaso es el traslado de Yampallec a una nueva ubicación, rompiendo con la tradición impuesta por Ñaimlap. Las catástrofes que trae esta decisión llevan al pueblo a capturar al rey Fempellec, quien es lanzado al mar atado de pies y manos. Con su muerte, se pone final a la descendencia de Ñaimlap en el poder.

Durante décadas, el relato de Ñaimlap ha generado un arduo debate entre los estudiosos del pasado: ¿existió realmente este dios llegado del mar o es todo una leyenda? La pregunta es interesante en tanto, como descubrirá el lector de ‘Ñaimlap. Memoria lambayeque y materialidad histórica’, se ha logrado ubicar al palacio de Chot y una inmensa cantidad de piezas arqueológicas relacionadas a este dios.

Año tras año, diversos especialistas estudian desde sus disciplinas los distintos ángulos del relato de Ñaimlap, así como los rastros de la vida de los pobladores prehispánicos de la costa norte del país. Entre ellos se encuentra Carlos Wester, historiador, director del Museo Arqueológico Nacional Brüning y curador de la obra, quien tiene una hipótesis particular sobre esta historia: Ñaimlap no sería un extraño sin relación alguna con Lambayeque, sino un mandatario que retorna a su tierra, después de haber vivido por algunos años en las islas cercanas.

 “El tiempo se ha encargado de que investigadores de geografía, de historia, historiadores del arte y otros especialistas tengan en sus manos documentos cada vez más categóricos para pensar en la validez de este relato”.

Carlos Wester, historiador, director del Museo Arqueológico Nacional Brüning y curador de la obra

Wester se basa en sus estudios de la iconografía y el arte de los Mochica, cultura antecesora a Lambayeque, para plantear la idea del arribo. “Y una segunda razón es que en el relato se habla de que los están esperando. Llegan y son recibidos. Y toman decisiones como si fuera su territorio: construyen un templo y hacen una serie de cosas que un cualquiera no puede hacer. Ese es su territorio, son sus antepasados, y por lo tanto vuelven a él”, sostiene.

Los estudios de Wester han sido amplios y fundamentales para comprender nuevos aspectos de los Lambayeque. A sus investigaciones se suman las de destacados profesionales extranjeros que han dedicado décadas a este árido y desafiante espacio de nuestra costa. En el libro publicado por EY Perú se encuentran también las ideas de Susan Ramírez, Neville G. Penrose Chair en Historia y Estudios Latinoamericanos en Texas Christian University, quien ha analizado miles de folios de archivos coloniales para lograr desentrañar, por ejemplo, los significados de los nombres de los principales personajes del relato.

Lambayeque: un recorrido por su arte

“Podría ser que Ñaimlap llegó del sur -tal vez de Chincha, que tiene el mismo tipo de barco que se relata en la historia- y se asentó en Chot, que todavía existe”.

Susan Ramírez, Neville G. Penrose Chair en Historia y Estudios Latinoamericanos en Texas Christian University

Así, Ramírez ha encontrado que Ñaimlap significa ‘ave de agua’, y el nombre de su mujer, Ceterni, significa ‘útero’. “Yo creo que ella fue, por lo menos en la tradición oral, la madre de todos”, intuye la especialista. En el caso Fempellec, el último de los mandatarios descendidos de Ñaimlap, su nombre significa “el que está llorando, gritando o quejándose”, algo que, explica Ramírez, guarda relación con su trágica muerte.

Los debates sobre el relato de Ñaimlap también se remiten a la forma en que fue recogido: de manos de cronistas. Esta historia es primero documentada por Miguel Cabello de Balboa y, casi dos siglos más tarde, por Justo Modesto Rubiños y Andrade. ¿Cuánto puede haber condicionado la visión cristiana de estos cronistas en la construcción de sus relatos? Al respecto, el célebre antropólogo peruano Federico Kauffmann Doig diferencia las misiones que tenían encomendadas Cabello de Balboa, quien fue un cronista en todo el sentido de la palabra, y Ruviños, quien, por su parte, era un párroco que se propuso historiar a quienes habían ocupado su cargo antes que él. “Por lo mismo, la versión que recoge sobre Ñaimlap resulta ser parca comparada con la de Cabello, quien en su condición de cronista tenía por misión registrar detalles de toda índole a lo largo de su recorrido por lo que había sido el país de los incas”, explica Kauffmann Doig. 

Jeffrey Quilter, director del Peabody Museum of Archaeology & Ethnology, Harvard University, recomienda tomar precauciones al analizar el relato. Señala, por ejemplo, la idea de que el no seguir las tradiciones del reinado de Ñaimlap haya traído a sus descendientes un final trágico. “Debemos tener un poco de cuidado con que esta historia moral de los problemas del reino no sea parte de la historia de los españoles que tradujeron, mirando el relato con los lentes de sus propias religiones”, apunta.

“La historia de Ñaimlap es una oportunidad para ver el pasado profundo, para conocer las palabras y las voces de los antiguos peruanos”.

Jeffrey Quilter, director del Peabody Museum of Archaeology & Ethnology, Harvard University

Mención aparte merecen los hallazgos en metalurgia de figuras que refieren al relato de Ñaimlap o, directamente, a la figura de este mandatario. El tumi, por ejemplo, se sabe hoy que es una representación de este dios ornitomorfo. Sobre la calidad de los trabajos orfebres en Lambayeque se ha hablado mucho en el mundo y, aún hoy, continúa maravillando a los especialistas. “Los plateros de la costa norte del Perú eran increíbles, con mucha innovación. Cuando hablamos de la cultura lambayeque en sí, estamos viendo un momento increíble, una explosión de la producción de obras de metal”, señala Joanne Pillsbury, curadora en Arte de las Antiguas Américas del Metropolitan Museum of Art, en Nueva York.

“Las sociedades ágrafas conservan por centurias los hechos trascendentales de su pasado en la memoria colectiva; si bien con el correr del tiempo estos suelen ser envueltos en savia legendaria y hasta mítica”.

Federico Kauffmann Doig, Profesor emérito de la Universidad de Piura

Pillsbury se ha acercado a los orfebres del antiguo Perú no solo como trabajadores, sino como artistas y personas vinculadas con lo divino. “Estos metales no tenían valor solamente por ser una cosa con un mercado en sí, sino que tenían un valor simbólico y, a lo mejor, tenían una energía, una ‘animación’”, explica. Así, quienes vestían las piezas en oro o plata trabajadas en Lambayeque no solamente marcaban una diferencia en cuanto a poder económico, sino que enviaban una clara señal de estar vinculadas con lo divino. 

Los estudios de Pillsbury, junto con los de los especialistas nombrados, se unen a los de Luis Alfredo Narváez, director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Lambayeque, para hacer de ‘Ñaimlap. Memoria lambayeque y materialidad histórica’ una publicación imprescindible para todo aquel que quiera acercarse al maravilloso mundo de los Lambayeque.

Los orfebres de la costa norte del Perú eran tan valorados que los incas solían llevarlos al Cusco como botines de guerra, después de conquistar nuevas tierras.
Fuente: Ñaimlap. Memoria Lambayeque y materialidad histórica (2021). Lima, EY Perú.

 

 

 
No es claro desde donde habrían partido las balsas de Ñaimlap. Se cree que podría haber sido desde lugares tan diversos como Chile, el centro del Perú (Chincha) o las islas frente a Ecuador.
Fuente: Ñaimlap. Memoria Lambayeque y materialidad histórica (2021). Lima, EY Perú.
El tumi no fue un cuchillo diseñado para la guerra, sino para los sacrificios ceremoniales. La imagen que se ubica sobre la hoja semicircular es la de Ñaimlap, el dios ornitomorfo.
Fuente: Ñaimlap. Memoria Lambayeque y materialidad histórica (2021). Lima, EY Perú.

 

 

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