Vive primero, San Luis después
Miguel Suárez: “La danza es un refugio con el que he sanado mucho”
REDACCIÓN CONTENTLAB
18 de septiembre, 2024
¿Cuánta gente pasa una vida entera sin descubrir su pasión? ¿Sin sentir realmente que sabe quién es y a dónde quiere llegar? A los 15 años, Miguel Suárez era un adolescente más pasando por una etapa de dudas en la que sencillamente no se hallaba “en ningún lado”, según sus propias palabras.
Era lo que comúnmente se conoce como un ‘cerebrito’, recuerda. Tenía facilidad para los estudios y todo hacía preveer que se encarrilaría hacia una vida convencional con una profesión bien remunerada (probablemente Arquitectura) que llenase de orgullo a su familia. Sin embargo, algo dentro suyo le hacía sospechar que ese no era su destino.
En ese mar de dudas apareció el K-Pop, un género musical que lo enganchó desde que una amiga del colegio le hizo escuchar por primera vez a la banda TVXQ. Se enamoró de los looks de los artistas, el cuidado visual, las melodías, los bailes. “Era todo un mundo de cosas que me hubiera gustado hacer”, recuerda.
La felicidad de vivir bailando
Miguel organiza su vida alrededor del baile. Nada lo hace más feliz y nada tiene más sentido para él, así que sus largas jornadas implican intensa actividad física y exigen cuidar de su cuerpo.

7:30 a.m.
Sus jornadas suponen hasta ocho horas de intensa actividad física, así que, para que sus días empiecen con el pie derecho, Miguel estira su cuerpo apenas se pone en pie. El desayuno incluye una alta dosis de proteínas, lo que le permite mantenerse con energía. Después de comer e hidratarse va al gimnasio y, ya para las 10 u 11 de la mañana, empieza habitualmente con una rutina de ensayos en los que baila o dirige.
5:00 p.m.
Después de dos o tres ensayos distintos y almorzar e hidratarse entremedio, Miguel ya ha hecho cerca de cinco horas de ejercicio, pero todavía tiene más por delante. Los días de semana, a las 5 de la tarde empieza su dictado de clases y tres horas y media después por fin termina con sus obligaciones. En ese momento toma una pausa, escucha a su cuerpo y decide si tiene energía para atender a alguna clase de sus amigos bailarines (en cuyo caso, seguirá bailando) o si es hora de descansar.


10:00 p.m.
Aunque él lo llame “descansar”, no habla realmente de echarse a la cama. Habitualmente a esta hora va a cenar con amigos a algún restaurante de comida coreana, antes de finalmente dirigirse a casa. Los fines de semana, sin embargo, lo normal es que tenga actuaciones y las obligaciones no paren hasta la una, dos o incluso tres de la mañana. Eso sí, sus domingos son usualmente días de descanso real. “Trato de tomar un día en el que esté conmigo para mi salud mental, para estar tranquilo y relajarme. El cuerpo lo pide, si no lo escucho me va a pasar factura después”, explica.
Tras finalizar el colegio lo golpeó una dura realidad: no tenía los medios para estudiar en la universidad y debía trabajar para lograrlo. En paralelo, se cruzó con una audición para una banda de covers de K-Pop. ¿Qué podía perder intentándolo? Sabía las coreografías y soñaba con bailarlas, así que se atrevió.
El casting tuvo un reducido grupo de postulantes y Miguel quedó seleccionado. A pesar de que su única experiencia bailando era en actuaciones escolares, de un momento a otro era parte de un elenco de K-Pop y lo estaba disfrutando profundamente.
Por supuesto, no todo fue color de rosas. Su inexperiencia le pasaba factura y estuvo cerca de dejar la banda. Sin embargo, lejos de tirar la toalla, volvió a hacer caso a su intuición y se atrevió a dar un nuevo paso. Postuló a las becas de estudio y trabajo en D1, la escuela de danza de Vania Masías, y nuevamente la suerte le sonrió.

En adelante, nunca más tuvo realmente la duda de qué quería hacer con su vida. Era evidente que bailar era su destino. Nada lo emocionaba tanto, y el sentimiento no ha cambiado. “Despierto todos los días súper feliz porque sé que tengo que ir a un ensayo, tengo que ir a bailar, tengo una presentación el fin de semana, tengo que dictar clases… Todo el tiempo siento como una energía súper chévere”, explica con una sonrisa.
En D1 consolidó su pasión y recibió de sus colegas el apoyo necesario para saber que existía un camino en la danza. La propia Vania Masías habló con su madre y le confesó que veía talento en él. Desde ese momento, su mamá cambió la preocupación por su futuro por un orgullo hacia lo que estaba logrando y confianza en que todo iría bien.
Por su lado, Miguel hizo la tarea más difícil: se entregó en cuerpo y alma a la danza. Si no estaba trabajando en D1 estaba haciéndolo en su propia escuela, K-Pop Dance Perú, y entremedio llevaba clases de danza, ensayaba para obras o se ejercitaba en el gimnasio.

El nivel de esfuerzo físico al que está acostumbrado lo obliga a cuidarse diariamente, y la hidratación es uno de los puntos más importantes. “Perdemos muchos líquidos mientras bailamos. Para mí tener sed significa apagar un incendio, por eso trato de prevenir y mantenerme siempre hidratado”, explica.
La dedicación y el talento han convertido a Miguel en alguien que cumple sus sueños. Siempre quiso viajar por el mundo bailando K-Pop, y está a punto de lograrlo. Este año y el 2025 saldrá de gira por siete países de Latinoamérica y Europa con su talento como carta de presentación.
Consolidado como un referente del K-Pop en el país, Miguel mira atrás y se emociona. “Llegando a bailar K-pop de la nada, sin el apoyo de mis padres, y poder lograr esto me hace sentir súper orgulloso de todo lo que he trabajado y del esfuerzo que he puesto desde el inicio”, confiesa. Tras su próxima gira, solo le queda un sueño más por cumplir: viajar a Corea del Sur, entrenar en sus estudios y conocer la industria de cerca. Con la ambición que lo caracteriza, no hay que preguntarse si algún día lo logrará, sino cuándo. Él mismo ya lo visualiza. “Es mi sueño más grande, pero más que un sueño es una meta. Una meta”.
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