Giorginna, quien ha llegado a alcanzar hasta 94 kilómetros por hora en sus descensos, ya no recuerda cuántas veces se ha caído de la tabla. Ya perdió la cuenta de todos los raspones en las piernas y los brazos o cuántos fueron los moretones y esguinces. La joven de 27 años, expentacampeona nacional, actual promotora del downhill en Perú, prefiere quedarse con la lección.

“Esa sensación que te da el caerte y volver a intentarlo te llena de poder. El deporte me ha dado ese tipo de fortaleza y gracias a él soy lo que soy, hago lo que hago. El downhill ha formado mi carácter”, cuenta Giorginna Ivanov.

COMO UN FLECHAZO

Nunca antes lo había practicado, ni siquiera sabía bien de qué se trataba. Solo había visto a sus primos y amigos del distrito limeño de La Molina haciendo algunas maniobras. Pero la primera vez que se paró sobre un longboard, Giorginna Ivanov sintió una conexión repentina. Tenía solo 15 años y su historia cambió para siempre. “La verdad es que sí, fue muy instintivo, tuve una conexión increíble. La primera vez que me subí a un longboard, supe que lo haría toda mi vida”, recuerda la deportista.

En poco tiempo pudo prepararse y empezar a competir. En aquel momento sólo algunas mujeres practicaban el downhill en Perú. La primera vez que Giorginna Ivanov participó en un campeonato femenino, solo concursaron ella y otra chica más. Con el tiempo, no solo creció la presencia de peruanas en este deporte, tradicionalmente dominado por hombres, sino también la habilidad y el prestigio de Giorginna. Con determinación logró ser campeona nacional cinco veces, subcampeona sudamericana y alcanzó el tercer puesto en el campeonato continental. 

“Quizá recibí algunos comentarios inapropiados sobre por qué una mujer como yo hacía downhill, pero nunca me detuvieron. Competir me hacía feliz y no me veía haciendo otra cosa”, dice la deportista que también ha participado en torneos abiertos, es decir, aquellos donde mujeres y hombres se enfrentan de igual a igual.

En 2016, Giorginna se retiró de las competencias profesionales para dedicarse a tiempo completo a su ONG. Había comenzado a soñar osado nuevamente. Esta vez su proyecto involucraría a otras chicas que, como ella, buscaban destacar en el skateboarding y longboarding. Es con este proyecto que la deportista siente que su labor es una especie de competencia en contra de los prejuicios y las convenciones. Un campeonato que permite mostrarles que: aunque el viento esté en contra, siempre se puede salir adelante.