Grau, González Prada y El Comercio
El 30 de julio de 1885, El Comercio publicó un artículo donde resaltaba el vibrante discurso de Manuel González Prada en homenaje a Miguel Grau. Ahí exalta al héroe naval y reclama justicia tras las heridas de la guerra con Chile.

Manuel González Prada. (Crédito: Andina)
REDACCIÓN CONTENTLAB
8 de octubre, 2024
Héctor López Martínez
Historiador
El Comercio del 23 de julio de 1918, al informar sobre el súbito fallecimiento de Manuel González Prada, ocurrido el día anterior, elogiaba sin reservas su amplia y variada obra literaria, a la cual calificaba de “verdaderamente notable”.
Al referirse a su labor política y periodística, decía: “Escritor de admirable nervio y brío, de gran riqueza mental, de nueva y seductora doctrina, sus artículos se leían siempre con tanto deleite como provecho y vinieron a constituir, si así puede decirse, algo así como el evangelio de una parte de nuestra juventud que le llamaba su maestro”.
Ideológicamente, El Comercio y González Prada estaban en posiciones antagónicas, lo cual no fue óbice para que colaborara con esta casa editora con dos artículos brillantísimos. Fue el autor del extenso artículo de opinión del 23 de mayo de 1885, con motivo de la desaparición de Víctor Hugo, una magistral pieza literaria galanamente cincelada. El segundo texto es la transcripción de un vibrante discurso que pronunció en el Palacio de la Exposición en recuerdo de los defensores de la patria en la Guerra con Chile y del aniversario patrio. Se publicó el 30 de julio de 1885.
Esta versión inicial sufrió, a lo largo del tiempo, numerosas modificaciones, sobre todo supresiones, hasta que González Prada logró una versión definitiva que incorporó a su libro “Páginas Libres”. La alocución aparecida en El Comercio es más extensa, espontánea, con garra, cargada de sentimientos donde se mezclaban el patriotismo herido y la dura condena contra quienes no habían sabido estar a la altura de las circunstancias, no cumpliendo con su deber en las horas tremendas de la guerra concluida apenas dos años antes. Por razones de espacio, no podemos escudriñar íntegramente su contenido.
Clamor de revancha
González Prada clamaba en forma implícita por la revancha, al igual que los franceses hicieron luego de su derrota ante Prusia en 1870. El primer párrafo es rotundo: “Épocas hay en que todo un pueblo se personifica en un solo hombre: se diría que el alma de todos se condensa en un solo espíritu para encarnar en el cuerpo de un solo individuo. Grecia se personifica en Alejandro, Roma en César, España en Carlos V, Inglaterra en Cromwell, Francia en Napoleón, América en Bolívar. El Perú del año 1879 no era Prado ni La Puerta ni Piérola, era Miguel Grau”.
Jorge Basadre, quien conoció la colaboración aparecida en el Decano, pero comentó la versión última, manifestó que González Prada, al referirse a Grau, emplea repetidamente el adjetivo “todos”, aludiendo a los peruanos “agrupándolos amorosamente en un sentido vertical al lado o alrededor del héroe”. Cosa única en el gran panfletario, que se esmeró en ofrecer una versión segmentada de nuestros compatriotas, “según los distintos y odiosos grupos en que los dividió”.
En párrafos más tarde suprimidos, dice González Prada: “Grau recibió un mal armado buque y, no pudiendo devolver la nave, murió luchando, nos legó su cadáver mutilado. Otros se adueñaron de tesoros, de escuadras, de ejércitos; ¿y qué han devuelto a su patria?”. Añade: “Juzgarán algunos intemperancia del lenguaje, lo que en este momento escuchan; pero la verdad brota involuntariamente de los labios cuando el corazón no encierra una sangre clorótica y degenerada. ¿Hasta qué tiempo consentir la más infame de todas las confabulaciones del silencio? ¿A qué debilitar al pueblo con el licor estimulante de la mentira, si conviene más robustecerlo con el vino generoso de la verdad?”.

Crédito: Archivo El Comercio.
Monumento a Grau
Buena parte de la pieza oratoria la dedicó González Prada a exaltar el espíritu de revancha, idea comprensible, pues las heridas de la guerra estaban abiertas. “El monumento que algún día consagraremos a la inmaculada memoria de Miguel Grau”, sentenció, “ostentará en su parte más encumbrada un coloso extendiendo, en actitud de señalar algo, el brazo derecho”.
Ese algo era el sur, donde había territorio cautivo, heredad del Perú. Luego añadió: “Si Grau se levantara hoy del sepulcro, nos diría: Es inútil repetir las palabras del héroe, porque todos adivinamos ya qué deberes hemos de cumplir, hacia dónde debemos dirigirnos mañana”.
La reflexión que lanzó González Prada respecto a cómo debía ser el monumento a Grau, que erigiría la gratitud nacional, se convirtió en realidad en 1897 al desvelarse en el Callao la estatua del Gran Almirante. Allí se le ve con el brazo derecho extendido señalando al sur.



El ejemplo de Grau
Los valores que nos legó el ‘Caballero de los Mares’ se forjaron desde su niñez, en una familia que le inculcó honor, patriotismo y sacrificio. Estos principios guiaron cada decisión de su vida.
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