El problema es que muchas personas están acostumbradas a vivir deshidratadas. “Es muy frecuente. El 80% o 90% de personas anda por el mundo con malos hábitos de hidratación”, explica Marco Carvajal, médico internista y funcional, cofundador y director médico del Instituto de Medicina Funcional en Lima. 

Según explica el especialista, el cerebro tiene un primer sensor para advertir la deshidratación: la sed. “El ser humano ha perdido la conciencia de escuchar a su cuerpo. Cuando uno se levanta, debe preguntarse si tiene hambre o si tiene sed, y entender esa sensación para dar al cuerpo lo que pide”, comenta. Eso sí, hay que estar atentos con lo que sentimos, pues la sed puede confundirse fácilmente con el hambre, un factor que colabora también con los malos hábitos de hidratación. 

Pero, ¿cuánto nos afecta la deshidratación, a nivel mental? A decir de los especialistas, mucho. La nutricionista María del Mar Vera, máster en Deporte y Nutrición, explica que un déficit del 2% en la hidratación cerebral ya tiene consecuencias. “Puede afectar la memoria a corto plazo, la concentración y la capacidad de enfocar al visualizar”, enumera. Y sí, también puede afectar nuestro humor.

Ahora bien, el consumo de agua puede complementarse con otros líquidos. Como señala la especialista, los jugos, las sopas, las infusiones e incluso el café suman a las necesidades hídricas del cuerpo.  

Así que ya lo sabes: tu cuerpo puede estar hablándote ahora mismo. Detente y siéntelo por unos segundos. ¿Tienes sed? Pues entonces es momento de atenderlo.