Lima: una ciudad expuesta y vulnerable

Si mañana ocurriese un sismo mayor de 8 grados en nuestro litoral, Lima vería el colapso de  550.000 viviendas en las que residen más de 2 millones habitantes, según estimaciones de la Cámara Peruana de la Construcción (CAPECO). El suceso cambiaría por completo el rostro de la capital y pondría a prueba la resiliencia de sus ciudadanos, además de la fuerza de sus edificaciones.

Hablar de la seguridad de las construcciones en Lima es entender que existen distintas bombas de tiempo por toda la ciudad. Por un lado, el crecimiento desordenado a través de invasiones y la venta ilegal de terrenos han llevado a la edificación de viviendas asentadas en laderas de cerros y en espacios con suelos no aptos o arenosos, como los del asentamiento humano Lomo de Corvina, que enfrentarán procesos de licuefacción.

Asimismo, la informalidad en las edificaciones se traduce en viviendas endebles y construidas sin ningún tipo de asistencia técnica. “Un cálculo reciente, del período entre 2008 y 2020, habla de un 67% de informalidad en las construcciones”, señala Guido García, director ejecutivo de CAPECO.

La calidad en los materiales de construcción también es otro factor de riesgo. García señala que el 70% de los ladrillos producidos en el país se fabrican de manera irregular y sin seguir normas de resistencia. “El ladrillo también cumple una función estructural. Si no es producido con las condiciones adecuadas, frente a un sismo va a terminar tambaleándose o partiéndose”, indica.

PELIGROS LATENTES
Tomando en cuenta estos factores, el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres monitorea constantemente la vulnerabilidad de los distritos en Lima Metropolitana. Dentro de sus estimaciones halló que 7’730.121 ciudadanos de Lima y Callao se encuentran en una situación de muy alto riesgo, señala Alfredo Zambrano, subdirector de Gestión de la Información de Cenepred.

La cifra no solo contempla las consecuencias del fuerte movimiento sobre las viviendas, sino que también analiza la resistencia de las edificaciones a los peligros encadenados al sismo: tsunami, derrumbes, arenamientos, deslizamientos y hundimiento de suelos. “La zona de San Juan de Lurigancho, que cuenta con áreas agrestes, o las zonas de Ate, presentan una alta probabilidad de que se vean afectadas por caídas de rocas, derrumbes o licuefacción de suelos”, puntualiza. 

PREPARACIÓN Y VIVIENDA SOCIAL
Para el arquitecto y miembro del consejo directivo del Centro de Estudios y Prevención de Desastres (Predes) José Sato, la preparación de la ciudad para un terremoto parte de identificar los factores de peligro en las comunidades. Al identificar estos riesgos, se puede trabajar en mitigarlos. En el caso de las construcciones de laderas, instalar muros de contención, acuñar grandes piedras con concreto y enmallar las pircas de piedra o llanta en las que se ubican las viviendas son algunas medidas fáciles de aplicar. 

Sin embargo, la solución que necesita la ciudad es pensar en términos de construcción formal y vivienda social, señala el arquitecto. Con ello, se evitaría la ocupación de zonas de riesgo, el tráfico ilegal de terrenos y los sistemas de autoconstrucción precarios. “La presión por construir una vivienda es aún más grande que el posible peligro que eso conlleve”, señala, y ese es el panorama que debe revertirse.